Desde ayer 6 de octubre hasta el 12 celebramos la semana internacional de la crianza en brazos, cuyo lema para este año es "feliz y seguro en tus brazos". Creo que esta frase lo resume todo.
Más allá de la celebración oficial a la que me uno por convicción, elección, vivencia y apoyo a la crianza natural. Esta semana también implica el festejo íntimo por todo aquello que he disfrutado, que hemos disfrutado con la crianza en brazos.
Para empezar, tengo que agradecerle a Guido el haber introducido el portabebés en nuestras vidas. El siempre lo tuvo claro, a Kyara la iba a llevar en cargador, no sabe muy bien de donde apareció el impulso y la seguridad, no lo leyó, ninguno de sus familiares o amigos lo usó, así que para mi fue simple instinto paterno, fue el estar tan conectado con Kyara, con sus necesidades, su existencia aún antes de nacer, lo que hizo que supiera sin lugar a dudas que el portabebés era el mejor lugar para ella. Tengo que confesarlo, yo hubiera utilizado el cochecito, sencillamente por falta de creatividad e información (esa manía de ir a favor de la corriente, de repetir lo que aprendimos...), pero el se preparó, consiguió 3 estilos distintos (bandolera sin anillas, mei-tai y fular), vió los videos, leyó instructivos y practicó!
Y nació Kyara y un día después nos estaban separando, porque tenía policitemia y yo lloré, lloré y lloré mientras se la llevaban y lloré, lloré y lloré mientras iba sola en una silla de ruedas a ver a mi bebé y lloré, lloré y lloré cuando la vi en esa camita de cristal sola. Pasamos 5 días, y aunque tuvimos "suerte", me dejaban amamantarla y tenerla en brazos todo el tiempo que estaba con ella ( 8 horas diarias); estar en casa sin Kyara, pasar las noches sin ella fue un dolor físico, un vacío enorme en el pecho, los brazos, el vientre que me dejaba casi sin aire y yo pensaba en ella, porque si para mi era lo que era, que soy la adulta, que puedo explicarme y hasta convencerme que es lo mejor, que Kyara lo necesita... si yo tenía todas esas herramientas y aún así me sentía rota y perdida, como estaría mi bebé, mi niña que estaba apenas descubriendo el mundo, que me necesitaba para hacer de él algo seguro, amoroso, confiable, ella que durante nueve meses estuvo en completa fusión y de golpe se vio sola en una cuna de cristal.
Fueron 5 días, 5 largos y eternos días, que no son nada en comparación a las historias de bebés prematuros, pero que para mi eran todo y seguro para Kyara también. Finalmente el 6 de enero le dieron el alta, desde el día anterior nos avisaron que al medio día podíamos llevarla con nosotros y todos nos preparamos. Mi mamá y mi suegra se organizaron para hacer un almuerzo de bienvenida y procurarnos a Guido y a mi la mayor cantidad de tiempo junto a Kyara; yo recorrí la casa entera llenandola de amor para Kyara y Guido, con su enorme sabiduría de padre llevó el portabebés.
Cuando la tuve por primera vez en el cargador pegada a mi, de regreso a mi cuerpo, piel con piel, sintiendo su respiración y nuestro calor, dándole el latido de mi corazón, sentí que la herida empezaba a sanarse, que era posible recuperar el tiempo, deshacer el camino de la separción y fusionarnos de nuevo. Y así ha sido, nos reconocimos en esa unión, descubrimos juntas el mundo, compartimos su vida y mi vida en ese "estar en brazos". Hoy 2 años y 9 meses después de ese primer día la miro, nos miro y se que tenemos mucho por lo que decir gracias, gracias a papá por su sabiduría ancestral, gracias a mi cuerpo que ha sabido cargarla y gracias a los portabebés que lo han hecho cotidiano y posible.
Celebramos la crianza en brazos, por supuesto que lo hacemos, como familia, como madre, padre, hija. La celabramos desde el universo que hemos construido con Kyara en brazos, desde todas las salidas largas y cortas que hemos hecho con ella conociendo el mundo en la seguridad del abrazo, desde la cantidad de veces que trabajar, cocinar, arreglar comer, pasear ha sido posible en total unión y sobre todo desde la independecia que gana cada día construida en el amor de su dependencia.
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