A Núñez de Herrera
Pasear, vivir la ciudad estos siete días, como dijo Núñez de Herrera, sin latines ni liturgias. Con letanía diferente para cada día, y así encontrar en esa calle o plaza, lo diferente, lo que nunca –aunque algunos no se lo crean- se repite.
En Córdoba, dejarse sorprender es fácil. El discurrir de las hermandades por esas calles Patrimonio de la Humanidad es algo que no deja indiferente. El silencio, la luz, esa mezcla de incienso y azahar te elevan a un misticismo sensual en el espacio tiempo, en el que te olvidas de eso, el tiempo, para quedarte solo con el espacio, con ese instante que roza lo mágico.
Esta fiesta movible, no comienza –para mí- cuando la anuncia el calendario, ni al oler el primer azahar o leer las primeras reseñas del periódico. Ni siquiera al escuchar los primeros sones y programas cofrades. Cuando asoman los capirotes en la ventana de Arenas, y cae la primera torrija, ya es Semana Santa
Representación religiosa, folclore, tradición, arte, recuerdos, vuelta al origen, sentimientos, fiesta… primavera. La Semana Santa es esto y mucho más

… es, dejar que los sentidos queden seducidos por sonidos, aromas, emociones, por esa maniobra imposible. Es salir a buscarla no que ella te encuentre. Por eso la S.S contra lo que algunos piensan, nunca es igual
Al cartel anunciador de este año
… le sobra el nombre de la ciudad. Esos arcos con su alternancia de dovelas rojas y blancas, nos dice que es Córdoba, no puede ser otra.Porque, por mucho que le pese al obispo recaudador Demetrio y a algunos cartagineses, las cofradías hacen estación de penitencia en la Mezquita. Paradojas de esta mi ciudad.Jehová dijo: “Fiat lux”. Y el capataz: “¡A esta es!”. Mucho más sencillo.A. Núñez de Herrera

