Revista Ciencia
Martina, nuestra hija pequeña de tres años, ha estado trayendo a casa en su mochila estas últimas semanas todas las bellotas que encontraba a los pies de una gran encina del patio de la escuela. Su sorpresa fue cuando le dijimos que podíamos plantarlas y que de cada una saldría un árbol nuevo, que ayudaría a crecer al bosque y a su vez daría más bellotas y, con ellas, alimento para la fauna local. Así que el día de año nuevo nos fuimos todos en busca de un lugar adecuado para la siembra.
Ella y su hermana Jimena, nuestra hija de cinco años, no nos dejaron sembrar una sola bellota. Se organizaron para turnarse en las tareas y plantarlas todas ellas. Nos "ayudaron" los conejos, pues íbamos encontrando sus pequeñas escarbaduras, que nos servían de inicio del hueco para la siembra.
Primero, una de ellas ahondaba el agujero. La otra dejaba caer la bellota. La primera la cubría con tierra. Y la sembradora regaba. Con la siguiente bellota cambiaban los roles.
En primavera regresaremos a ver qué bellotas germinaron. Y a lo largo del verano les ayudaremos con riegos si lo necesitan. Mientras tanto, Jimena y Martina están esperando con muchas ganas que comience de nuevo la escuela para poder recoger más bellotas para una nueva jornada de siembra.