Revista Cultura y Ocio

Señora mayor con hippy vibes

Publicado el 23 octubre 2021 por Molinos @molinos1282
Señora mayor con hippy vibesAyer me dormí en el cine. Creo que hacía veinticinco años que no me pasaba. Digo veinticinco pero a lo mejor son treinta o nunca. No recuerdo la última vez que me dormí o que intenté no dormirme, ayer ni lo intenté, el aburrimiento era tan extremo que simplemente me dejé ir. No merecía la pena luchar. Recuerdo veces en el cine de indignarme, de cabrearme, de refunfuñar (sin molestar), de sentirme tan inquieta por el horror que estaba sufriendo que no podía parar de moverme. Sesiones de mirar el reloj, de repasar la lista de la compra, de imaginar torturas salvajes para el director, el crítico que había alabado el título o para mi yo idiota que había decidido elegir esa película. Ayer, el sopor era tan intenso como una anestesia general, no llegué ni al siete contando desde diez. A lo mejor estoy sonando un poco Boyero pero no es mi intención.

Ultimamente estoy descubriendo una nueva faceta de mí misma que me tiene confundida. El miércoles se lo comenté a mi terapeuta: «no sé si preocuparme,  me siento como una señora mayor con "hippy vibes" (mi hija Clara dixit)» Ella se río mucho, casi siempre se ríe con mis historias hasta el punto de que algunos días, cuando salgo, pienso que ella debería pagarme a mí. 

Soy una señora mayor con hippy vibes porque me paso el día pensando que (casi) nada merece la pena tanto como para cabrearme y gastar energía. Esto puede parecer una enseñanza tan obvia como para aparecer en una novela de Murakami pero hasta hace poco yo me hostilizaba a niveles estratosféricos por asuntos que ahora mismo dejo resbalar rápidamente por mi piel y abandono en un charquito a mis pies mientras sigo adelante. A mi alrededor, en mi nuevo trabajo, en el que por cierto soy la mayor (de ahí que mi conciencia de señora mayor sea tan acusada), me paso el día diciéndole a mis compañeros: «no merece la pena esa batalla, ya lo has intentado, abandona y pasa a la siguiente, en una semana se te habrá olvidado» o «en serio, ese problema que ahora te parece insalvable en unos días se habrá esfumado. No te preocupes, al final todo sale». Me escucho y pienso ¿Qué me pasa? ¿Dónde está mi increíble capacidad para indignarme, encabronarme y pelear? ¿Es esto una mejora o voy a peor? ¿Debería medicarme? ¿Dejarme el pelo largo? ¿comprarme unas túnicas? ¿llevar gafas estrafalarias? ¿meditar? 

Creo que debo vigilar esta nueva faceta de mi personalidad ¿o quizás es una grieta y debo repararla? Probablemente sea sano no hostilizarme en dos segundos por cualquier nimiedad pero no quiero llegar al punto en que todo me de igual, de ninguna de las maneras quiero ser un "me da igual". Creo que voy bien porque en la misma semana en que decido dormirme la nueva peli de Wes Anderson de principio a fin y despacharla con un "lo mejor es el cartel", claro ejemplo de mis hippy vibes, he desarrollado una hostilidad merecedora de record olímpico hacia un señor imbécil. Él no lo sabe aún pero le espero en el futuro con todo el poder de mi rencor y mi hostilidad. Pensar en esto me tranquiliza, veo que no he perdido mi esencia. 

A lo mejor puedo llegar al equilibro perfecto entre hippismo y hostilidad. Me apetecen unas gafas estrafalarias, a ser posible verdes chillón y dejarme el pelo largo  y, a lo mejor, con ese look cuando me cabree doy muchísimo miedo. Probaré. 

Y, por favor, no vayáis a ver la de Wes Anderson. Ni aunque os inviten. Ni aunque os invite Wes Anderson. Hacedme caso que soy una señora mayor con criterio. 


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