Santa María do Azogue, en Betanzos (¿se traduciría por Santa María del Mercurio?)-
Se suele perder la perspectiva cuando hablamos de miles de millones, pero no podemos olvidar que ese es nuestro dinero, parte del trabajo presente y pasado transformado en caudal público. Cuando los manejos de tales cantidades se vuelven oscuros y herméticos parece que es cosa de magos con sombrero haciendo alquimia económica. Insistamos pues, en recordarnos a nosotros mismos y a las autoridades de dónde sale esa pasta gansa. Con esto, lo que hace un pueblo no esclavo es pedir responsabilidades por el manejo de esa parte de nuestro esfuerzo. En el momento en que la administración de ese dinero se hace sin dar cuentas, con medidas sorpresivas e impredecibles, los ciudadanos debemos asegurarnos que quien la hace la paga.Porque no es justo que a personas que las pasan canutas y viven de las redes de seguridad privadas (familia, amigos, Iglesia y economía sumergida) se les exija mucho más que a entidades mórbidas que estuvieron mamando de la ubre, con recompensas multimillonarias para sus gestores y continuas faltas de respeto e insultos a la inteligencia de las personas. Entidades en cuyos consejos se sentaban individuos con grandes aptitudes para el latrocinio y la compraventa de favores políticos. Entidades que eran y son correas de transmisión del poder político y económico cuyo objetivo era y es resolver problemas de autoestima y complejos varios de individuos que ni conozco ni me importan lo más mínimo.
No puede ser que un día, con todos los problemas que ya tenemos, nos levantemos y nos encontremos con otro problema más. La «consolidación pública» de Bankia son 24.000 millones de mortadelos. 1.400 euros de tu bolsillo. Sin preguntas, sin explicaciones. ¿Pero cuál es el problema de esta gente? ¿Sus madres no les daban de mamar cuando eran pequeños?
-Existen razones complicadas de explicar por las que es necesaria la inyección de capital público a fondo perdido.
-Que me dejes de robar, pesado. ¿Eso lo entiendes?
-Fomentar la consolidación de nuestro sistema bancario es necesario para aumentar la confianza y las perspectivas de crecimiento en el futuro. Tú no lo entiendes, pero es por el bien del país y...
-Mira, si yo estoy delante de un documento que no entiendo, no lo firmo. Esa es mi forma de actuar. Pido explicaciones y si sigo sin entenderlo o veo que no me beneficia, no lo firmo y punto.
-Ya, pero entiende que existen razones de Estado que la gente no comprendería porque no tiene la formación adecuada y el país sería ingobernable si consultáramos cada decisión de estas características.
-Vale, esa es la definición de servidumbre. Acábate el café, que te voy a presentar a mi mano llena de dedos.
Y hay que aguantar a la pesoe, abrochándose la falda y limpiándose los labios diciendo que hay que exigir responsabilidades a los gestores de Bankia... Vale, muy bien lo de pedir responsabilidades. Pero también hay que pedir un poco de vergüenza. ¿Conocéis esa palabra? Lo de que vosotros pasabais por ahí no cuela. En las cajas de ahorros que, literalmente, arrasaron el país, se sentaban todos los grupos políticos con representación, sindicatos y testaferros varios de grupos de interés. ¿Alguna vez visteis como comen los pollos en una granja industrial? Los consejos de las cajas me los imagino muy parecidos.
Países pequeñitos
Cuando el pueblo deja de tener control sobre la actuación de su gobierno surge un problema gordo. La eterna duda del límite. Si la masa se autogobernara, tendríamos doscientos festivos al año. Entiendo que sea necesario tomar medidas impopulares ya que no se puede contentar a todo el mundo a la vez. Pero debe haber algún límite. A un nivel muy macro, y por carecer de las herramientas intelectuales adecuadas, a mi solo se me ocurre una forma de limitar el poder del gobierno: hacer que sobre lo que gobierne sea pequeño. El nivel de daño se reducirá en proporción a su tamaño. Como en una organización grupal, los escalones de su jerarquía se reducirían, se acercaría la administración al ciudadano y los mecanismos de control serían más eficientes. Por contra, su capacidad de ser un instrumento de bien también se reduciría y nadie garantiza que la producción de paletos autóctonos sea menor que la de los foráneos.
En China, hicieron algo parecido. Hace veinticinco años, dejaron que cada región investigara de qué manera podían enriquecerse. Con eso, y trabajando como chinos, consiguieron llegar a ser un país del segundo mundo. Nosotros no necesitamos esa vía, con los miles de catedráticos que tenemos en esos guardarropas gigantescos llamados universidades, seguro que a más de uno se le ha ocurrido cómo resolver el problema fundamental de la gobernanza y la administración.
Necesitamos probar nuevas cosas, hablar de creación de riqueza y poner en práctica todos los mecanismos para poner en marcha las cosas sin despreciar el esfuerzo y la dignidad. Nos va la vida en ello.
Jugárselo a lo Alcántara:
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