Estaba de moda "Sensación de vivir" y en la "Superpop" (todo muy vintage), proponían descubrir con qué chico de la serie tenías más en común. Podía haber sido la chica del rebelde Dylan, del responsable Brandon, del americanazo Steve o del jovenzuelo David. Me hubiese conformado con Scott, ese pobre chico que duró dos capítulos antes de autodispararse con una escopeta. Pero no. Rellené el maldito cuestionario y La Superpop dijo que con quien yo pegaba de verdad era con el Señor Walsh, el padre de Brenda y Brandon. Pensaba en esto cuando pasaban ante mis ojos las gogós más espectaculares de Ibiza.
Porque te pasas la vida intentado aceptarte como eres, querer lo que te ha tocado ser. Lees un millón de libros de autoayuda y llegas a asumir que ellos son de Marte y nosotras de Venus. Y llega un día en que aceptas que nunca serás la estilosa Carrie, ni la sexy Samantha, ni la educada Charlotte ... ni siquiera la inteligente Miranda. Y la sobredosis de realidad llega ese día en el que vas a la playa de Ses Salines, la playa con más guapas por metro cuadrado, las comparaciones son odiosas. Y acabas viéndote más parecida a la señora sesentona que cuida a Brady.
Pero a estas alturas, ya estás harta de que te digan que con quien más pegas es con el señor Walsh y quieres que, por una vez en la vida, te toque un Dylan en suerte. Así que miras a tu alrededor y te convences de que ellas son más monas pero tú más simpática.
Que ellas pasean cuerpos espectaculares pero tú llevas el tuyo con mucha más dignidad. Que ellas tienen caras perfectas pero a tí tu madre siempre te ha dicho que tienes una expresión muy graciosa. Y cada vez se te pone más cara de Carrie y cada vez te mereces más a Dylan y menos al Señor Walsh. Porque, nena, tú vales mucho. Y punto.