Cinco meses antes que Candela Rodríguez, Rossana B. R. también murió trágicamente a los once años. Sin embargo, la inseguridad de la que fue víctima no interesa a los grandes medios ni a la opinión pública.
A esta niña en situación de calle la atropelló uno de esos conductores que cierran las ventanillas de sus autos apenas intuyen el pedido de “alguna monedita”. El homicidio en principio culposo pierde por goleada ante un crimen perpetrado por la mafia narco, la piratería del asfalto y/o una red de trata. Lo mismo le sucede al relato con impronta burocrática frente a la crónica que promete sangre y sexo.
Es probable que quienes exigen la intervención de un Estado presente, resolutivo, represor ante la amenaza de “otra(s) Candela(s)” cuestionen la consolidación de cualquier política pública que pretenda terminar con el drama de las Rossana(s) sin apellido ni foto mediática. De hecho, las voces que piden mano dura suelen repudiar el llamado “asistencialismo” o “clientelismo” político.
Para estos compatriotas, nuestros gobiernos sólo deben intervenir ante un tipo de crimen con toda severidad (si es con pena de muerte, mejor). Combatir el infanticidio que cometen distintos actores de la sociedad (incluso el ciudadano raso que atropella con su auto por escaparle al pedido incómodo) es responsabilidad del libre mercado, Dios y en última instancias de empresas, ONGs e individuos dedicados a la distribución de sobras y limosnas.
Desde marzo pasado, nadie manifestó por Rossana B. R. Nadie le escribió cartitas ni le dedicó afiches. Nadie pegó el típico cintillo negro en Facebook. Ningún famoso convocó a una marcha para repudiar esta muerte prematura y/o para proteger la integridad física y anímica de los chicos de la calle.
En casos como éste la Seguridad y la Justicia pierden sus iniciales mayúsculas y se convierten en términos relativos. Evidentemente los niños tampoco son todos iguales en una sociedad con sensibilidad limitada.
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PD. La redacción de este post se inspiró en el artículo “Muertes menores” que Roxana Sandá escribió para el suplemento Las 12.