Una de estas cosas que se repiten tanto es lo de sentirse de un sitio. Algunos criticamos esto, pero lo hacemos asumiendo el lenguaje de los seres de la oscuridad. Así por ejemplo me habréis leído eso de «sentirse de un sitio no debe aportar derechos políticos especiales dentro de una misma sociedad política». Bien, pues doy un paso atrás y no voy a criticar el significado al que los oscuros dotan a la expresión «sentirse de», sino el «sentimiento de ser de un sitio» en sí mismo. Esa expresión que pretenden dotar de significado político.
Gente simpatiquísima, oiga: «A question that some people have is, why do we run? The simple answer is that it is part of a spiritual tradition going back thousands of years on this very continent. When we run, we don't run against people, or even against causes per se. What we do is run for ourselves; we run for the spiritual health of our communities».
No ignoro que corro el riesgo de no ser entendido pues el asunto a tratar es de los que no se miden en metros por segundo o en litros, pero de todos modos lo intentaré. Trasladar a la política "sentirse de un sitio" es introducir en la política una diferenciación arbitraria entre los sujetos de los que se ocupa la política (individuos, comunidades, estados e instituciones). Es más, es cosa tan arbitraria que ni siquiera podemos definir "sentimiento". No al menos con la frivolidad con la que los oscuros dicen que se sienten de un sitio y no de otro. Y es precisamente esa frivolidad la que me resulta obscena."Sentimiento" siempre significó "acción y efecto de sentir o percepción de los sentidos". Así por ejemplo sentimos olores, imágenes, sabores, sonidos y tocamos cosas. Curiosamente, en gallego, se emplea el verbo "sentir" como sinónimo de escuchar (escoitar). Así tenemos "sentín a porta" y "escoitei a porta" como "escuché la puerta". Igualmente tenemos "siento dolor" como sinónimo de "notar dolor". Sentimiento también ha sido sinónimo de pena, angustia y tristeza.
¡Libera a Marte!
A partir de un tal Johannes Nikolaus Tetens (1736-1807) comienza a desarrollarse la idea de que "sentimiento" es algo que se explica por sí mismo. A las vires (fuerzas, impulsos) de Leibniz, Tetens incorpora el sentimiento y por eso hoy en las panaderías escuchamos hablar del sentimiento. Para Leibniz había una vis apetitiva o "impulso apetitivo" que es lo que hace que comamos una manzana cuando tenemos hambre y una vis cognoscitiva o "impulso por conocer" que hace que sepamos cómo es una manzana (esto sirve para diferenciar al animal del hombre, creo). En el primer caso el sujeto indica el objeto y en el segundo el objeto indica o señala al sujeto. La función de relación es biyectiva (Leibniz era matemático al fin y al cabo). No importa si me explico mal y no entendéis esto, lo que importa es a lo que voy: Tetens se inventa una función identidad (reflexiva) en la que el sujeto se señala a sí mismo. Dicho de otro modo, al sujeto no le hace falta el mundo exterior para conocerse a sí mismo. El sujeto "se siente", "tiene conciencia de sí mismo" y con eso basta.Y os preguntaréis qué más dará esto. Pues no da igual. Pensar que una persona puede explicarse sin salir de "su conciencia" tiene implicaciones. Nadie que imaginemos vive sin contacto con el mundo que lo rodea. Aunque viva sin sus congéneres en una isla desierta, el individuo cumple leyes que no controla. El individuo se enfrenta a limitaciones físicas, etc. Y si convive con sus congéneres la cosa es más grave para el "individuo sentimental". No vivimos en el principio de los tiempos. Todos nacemos en momentos y lugares con leyes que limitan nuestra acción y que por lo tanto nos hacen libres. A algunos más libres que otros, también es cierto, pero no olvidemos que el náufrago en la isla desierta es el más servil de los esclavos.
Sentirse de un sitio, por lo tanto, quiere decir que uno a sí mismo se siente de ese sitio. El caso es que eso no significa nada para el resto del mundo. Que tú te expliques a ti mismo sin tomar nada del exterior es inútil. A mí no me da ninguna información que tú te sientas a ti mismo de un modo u otro. Es más, es que yo no me fío de que tu autoconocimiento sea verdadero (¿cómo puedo yo estar seguro de algo que sólo puedes saber tú de ti mismo?). En resumen: el sentimiento de ser de un sitio no existe porque no se puede demostrar.
Esto me lleva —sin querer— a eso que se suele decir cuando se habla de la existencia de un dios. Una persona le pide a otra que demuestre que existe un dios. La otra le responde que lo hará cuando el primero le demuestre que existe el amor de padres a hijos. No se puede demostrar la existencia del amor, pero creemos que existe. Es un acto de fe. Sentirse de un sitio también es un acto de fe.
Así que la próxima vez que Beiras diga "me siento gallego" o cuando el CIS pregunte si te sientes más canario que español, podemos decir bien alto que no nos fiamos de que eso sea cierto. Se nos pide un acto de fe indemostrable.
No pasaría nada si no hubiera gente que quiere que su fe tenga consecuencias políticas. Si el tonto del pueblo dice que una mayoría de catalanes se siente catalán y que eso es un argumento para crear un estado, estamos ante un fundamentalista. Aquel estado que forma un grupo de personas que comparte una fe ya no será un estado con igualdad ante la ley. Bien se cuidan los seguidores de Herder de insistir con aquello de "no pasa nada si alguien no se siente catalán". Sólo los inocentes pueden tragarse tal cuento. Aquí se trata de crear el estado de "los que se sienten de" y pueden dar todas las piruetas dialécticas que quieran (o sean capaces). Para mostrar gráficamente lo absurdo del argumento pensad en que los aficionados del Dépor pueden usar exactamente el mismo razonamiento para constituirse en estado. Al fin y al cabo, siguiendo esta lógica, son un grupo de personas con un sentimiento de pertenencia en común.
Fe y política. Asunto que dejo ahí colgando.
Junto a la inutilidad del "sentirse de un sitio" están sus variaciones. Como aquellos que dicen "no sentirse representados" por este u otro parlamento. Oiga, pues felicidades, a mí qué me cuenta.Frente al "sentirse de" está la realidad de "ser de". Ese "ser de" lo determina la ley de naturalización o de ciudadanía de cada estado. La ley, no las quimeras. Y sí, las leyes se cambian, pero para eso hay procesos legislativos. Aunque si un fulano dice desde el principio que no va a reconocer la legalidad vigente, pues ya no hay nada de lo que hablar. En el momento en que desconozca la ley, se le pone ante un juez. Al menos esto es lo habitual en países libres, como es el caso de España. Que esa es otra: los esencialistas juegan con aquello de no poder continuar en España por ser perseguidos o por no sé qué vaina de un rey medieval. Y resulta curioso que digan esto, cuando los agravios actuales suelen llevar su firma.
Estadio Azteca: