Seguro que alguna vez hemos pensado que los meses están mal organizados. Sobre todo cuando éramos pequeños. Es un hecho que el verdadero año empieza en septiembre, sobre todo para los fascículos.
Me apetece hablar de los fascículos. Son unos supervivientes. No sé si admirarlos o partirme de risa con ellos.
No hay final de agosto sin anuncio de Planeta Agostini que se precie. Y yo me pregunto: ¿quién compra fascículos en la era digital? O mejor: ¿alguien alguna vez ha comprado fascículos?
Tan analógicos, tan predecibles, tan innecesarios.
Los fascículos son como esas personas que consideran que cualquier tiempo pasado fue mejor. Pobres. No se enteran de que lo mejor es el presente o, en todo caso, está por venir. Son clásicos, son carcas, pero hay que respetarlos porque tienen derecho a ser como son.
Jamás seré fascículo.
Entre otras cosas porque soy incapaz de hacer las cosas por entregas. La palabra procrastinar es difícil de escribir, de pronunciar y, en mi caso, de ejecutar.
No quiero ser fascículo. No sé si lo he sido alguna vez, probablemente muchas, pero ahora mismo no quiero ser algo que va por entregas, algo que acaba aburriendo y siendo abandonado. No.
Yo quiero ser una It Woman.
Aprovecho para retomar el tema principal de este post. No puedo procrastinar, pero soy muy de irme por las ramas. Sin llegar a ser un mono, ¿vale?
Como os decía, de todos es sabido que el año comienza con el curso escolar o con el final de las vacaciones. Luego está eso de las uvas, los cotillones y el 31 de diciembre. Imagino que es algo que tendremos que respetar, porque seguro que tiene alguna explicación histórica. Os recomiendo los fascículos (o novelas por entregas) de mi adoradísima Agatha Christie. Siempre se acaba pillando al asesino y todo acaba teniendo sentido. Con la Nochevieja pasa igual, seguro que tiene una explicación lógica.
¿Veis? Es que cuando me da por algo no tengo límite. Hoy me ha dado por los fascículos.
Septiembre es mes de dieta, de forrar libros, de comprar ropa de otoño. Si vives, como yo, en el sur es el mejor mes para ir a la playa (los fines de semana, claro). El otoño es algo que, desgraciadamente, está en vías de extinción, como los fascículos.
Y septiembre es el mes que he elegido para retomar mi blog.
Soy una chica organizada y obediente. Si septiembre es época de nuevos comienzos, pues dicho y hecho: a comenzar de nuevo. Me vais a permitir el lujo ególatra de utilizar el título de mi primera novela «Volveré de nuevo» (actualmente en reedición, os iré informando) para titular esta vuelta.
Este blog se llamaba “el nuevo negro” porque me parecía curiosa una frase que usan en las revistas de modas (o lifestyle, que queda más moderno): “el marrón (o cualquier otro color) es el nuevo negro”.
Intentan convencernos de que hay que comprar ropa de un color determinado, pero no lo consiguen, porque el verdadero “nuevo negro” es el negro. Con redundancia. Aunque intenten convencernos de lo contrario, acabamos vestidos de luto integral.
La frase de cabecera de mi blog era: “los cuarenta son el nuevo negro”. Ni yo misma entiendo qué quería decir, pero me pareció original.
Los años han pasado, el negro sigue siendo eterno, ya no tengo cuarenta y mi blog tiene un nuevo nombre: “Diario de una It Woman”.
Una It Woman es la evolución adulta y encantadora de una It Girl.
Me gustaría llamarlo “Diario de una influencer de más de 50”, pero no soy influencer ni creo que llegue a serlo. No me apetece influir en nadie, bastante tengo con sobrevivir.
Este es el Diario de una It Woman de más de cincuenta años (y kilos).
Espero que os divierta, es lo único que pretendo.
Nota final: Me parece que ya nadie utiliza la palabra “fascículos”, ahora los llaman “entregas”, pero soy una It Woman (tengo una edad) y a estas alturas no me voy a complicar la vida. La perfección en la modernidad consiste en darle a las cosas un ligero toque “vintage”.
GRACIAS POR LEERME.
BIENVENIDO, OTOÑO (evitemos las rimas, por favor)