Revista Ciencia

Sepulcros blanqueados en la Sanidad Pública…

Por Oncoangel

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La expresión “sepulcros blanqueados” es una metáfora que emplea Jesús en el Evangelio de San Mateo para comparar a los fariseos con sepulcros blanqueados, relucientes por fuera, pero llenos de podredumbre repugnante y vomitiva en su interior. Esta metáfora se sigue empleando para tachar a alguien de hipócrita, farsante, fariseo, inconsecuente con sus ideas, alguien que predica una cosa y hace la contraria,…

Desgraciadamente, esta figura también existe en nuestra Sanidad Pública. En los últimos meses han quedado claras distintas posturas de enfrentarse a los cambios que la maltrecha Sanidad Pública reclama.

Por un lado, la postura del Gobierno de la CAM, con su presidente Ignacio González al frente con los distintos y peculiares Consejeros de Sanidad que ha tenido a bien obsequiarnos, es bien conocida en su ambición de privatizar, como sea, la gestión de los hospitales públicos. Tan convencido está de ello que la CAM cuenta, hoy en día, con 4 hospitales públicos gestionados por 2 empresas privadas. Y eso que su intención inicial de privatizar la gestión de otros 6 centros no se llegó a concretar. (Lo cual no quiere decir que no lo pueda conseguir más adelante, dada la judicialización del proceso, que deja a merced de un sutil cambio en cualquier equilibrio de poderes en el ámbito judicial la posibilidad de que, al igual que fue suspendida una vez, pueda ser reactivada otra).

En el otro extremo, la sin par Federación de Asociaciones en Defensa de la Sanidad Pública (FADSP). Más de 30 años defendiendo la Sanidad Pública. En concreto, su modelo de Sanidad Pública. Un modelo caduco que se ha mostrado ya agotado, pero que sus defensores están dispuestos a mantener con entrañable contumacia, impenetrables a cualquier posibilidad de cambio, ni siquiera en la mejor tradición gatopardiana de “cambiarlo todo para que nada cambie”. Antes bien, cayendo en absurdas teorías conspiranoicas que no hacen más que reafirmar la necesidad de superar este modelo y cambiar si queremos mantener nuestra Sanidad Pública.

A nadie se le oculta que en ninguno de estos dos extremos vamos a encontrar las bases para construir el cambio que se necesita. Aunque hay que agradecerles, al menos, que mantengan firmes y claras sus posturas, sin añagazas ni medias tintas. Sin embargo, entre ambas posturas antagónicas, que en su cerrazón son más parecidas de lo que inicialmente podría suponerse, existe una amplio campo donde poder desarrollar cambios y mejoras en la Sanidad Pública. Y es aquí donde cobra protagonismo la figura de los “sepulcros blanqueados”. Infinidad de documentos se han publicado planteando estrategias de cambio para nuestro sistema público de salud, pero como ejemplo basten 2 de ellos.

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Por un lado, el Informe Abril, que fue el primer gran intento de reforma para mejorar y garantizar la supervivencia de nuestro sistema público de salud. Así llamado por estar presidida la comisión encargada de su redacción por Fernando Abril Martorell, continúa siendo, a día de hoy, un documento fundamental para entender las complejidades de nuestro sistema y las posibilidades para reformarlo. Contrariamente a lo que ahora se estila, el Informe contó con la participación de numerosos profesionales, muchos de ellos de enorme prestigio, y con todo tipo de ideología, sin exclusión de ninguno por la misma (algo, desgraciadamente, impensable hoy). El Informe Abril, pese a estar redactado en 1991, conserva aún plena su vigencia e interés, y podría convertirse en un excelente punto de partida para abordar, de una vez por todas, una reforma seria y en profundidad de la Sanidad Pública.

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Por otra parte, hace apenas unos meses se publicó en la web de la Asociación de Economía de la Salud (AES, http://www.aes.es) en forma de capítulos, las conclusiones del documento “Sistema Nacional de Salud: diagnóstico y propuestas de avance” que plantea 166 reformas para la mejora del sistema público de salud. Este documento ha sido elaborado por un grupo de expertos en Salud Pública procedentes de distintos ámbitos y recoge las propuestas de actuación que, a su juicio, debieran llevarse para garantizar la sostenibilidad y el desarrollo futuro de nuestra Sanidad Pública.

Con sus diferencias, y aunque los separan más de 20 años, ambos documentos coinciden en una serie de aspectos críticos para afrontar con garantías un cambio que garantice la supervivencia de la Sanidad Pública. Ambos hacen hincapié en las ideas de autocrítica como punto de partida, en reconocer la existencia de “bolsas de ineficiencia”, en la necesidad de una profesionalización de la gestión y en la reivindicación de la meritocracia como patrón para la evaluación de la actividad y la gestión de los recursos humanos. Además, analizan sin sectarismos ni prejuicios aspectos tan relevantes como la retribución variable, las medidas de copago, la posibilidad de valorar la colaboración público-privada en la Sanidad Pública o la redefinición de la Cartera de Servicios y el concepto de “todo para todos y gratis”. Coincidiendo o discrepando, en mucho o en poco, no cabe duda de que pudieran ser un buen punto de partida para afrontar, de manera sensata, el problema de la supervivencia de la Sanidad Pública. Y alejados, aunque fuera por una vez, de los maniqueísmos que son norma en cuanto se sugiere cualquier alternativa original y valiente.

Por todo ello, resulta aún más llamativo que dos de los principales responsables de ambos documentos, Rafael Bengoa del Informe Abril y José Manuel Freire del informe de AES, mantengan ahora, tanto en las apariciones televisivas del uno (ungido, además, por su experiencia estadounidense, lo que no deja de ser llamativo en un país tan anti americano como el nuestro, al menos de boquilla…), como en la actividad parlamentaria del otro, discursos que parecen contradecir lo que, negro sobre blanco, habían plasmado anteriormente. Quien sabe si será que se arrepienten de ello, aunque no parece que nadie les haya preguntado sobre el particular, que lo hicieron forzados por oscuros intereses o que, simplemente, son firmes seguidores de Marshall McLuha y su conocido aforismo de “el medio es el mensaje” y consideren que es más relevante no lo que dicen sino el donde y como lo dicen, y sepan bien que la inmensa mayoría de los receptores se van a quedar con el titular sin profundizar en sus escritos. Se podría decir que ambos, aunque no son los únicos, se comportan de manera inconsecuente en función de donde y a quien se dirijan, que son, en definitiva, “sepulcros blanqueados”

Si despreciables en su cerrazón son las posturas extremas tanto del Gobierno de la CAM como de la FADSP, más decepcionantes son para todos los que creemos y tenemos ilusión en un cambio necesario para avanzar la indefinición tibia de quien no quiere (o no se atreve, o no le dejan…) defender públicamente lo que, en otros ámbitos han considerado adecuado y necesario. Con ejemplos como estos, el futuro de la Sanidad Pública es, cada día que pasa, más incierto y preocupante.

“No se puede ser y no ser algo al mismo tiempo y bajo el mismo aspecto”

Aristóteles, filósofo griego (384 a.C.-322 a.C.) 


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