Los lectores que siguen esta página desde hace años, saben que siempre he distinguido entre dos tipos de derechas que se da en Occidente, desde los años 90. Por un lado, existe una derecha populachera, estridente, ultra-nacionalista, cerrada al mundo. Por otro lado, existe una derecha financiera, templada, moderada, globalista (en el buen sentido de la palabra), patriota sin ser estridente, y, voy a decirlo porque es la verdad: una derecha privilegiada. Esta derecha principalmente es liberal y existimos en las grandes urbes pero especialmente en las ciudades de la costa del noreste americano y en Londres.
Fuera de esta página, a veces resulta muy difícil hablar de políticas con cualquiera, porque indudablemente nos topamos con personas cuyos orígenes socioeconómicos suelen ser inferiores o al menos, digamos, “distintos”. No tengo ni idea cuántos de mis lectores son de clase media-alta o alta, ni cuántos son pobres (una palabra relativa). Tampoco me interesa, pero intuyo que un buen porcentaje de los que más se identifican con la mayoría de las ideas aquí defendidas tienen un origen de privilegio. NO lo afirmo, lo intuyo por cuestiones de educación y experiencias en común.
En no pocas ocasiones, nos choca muchísimo el estruendo apasionado de las voces más estridentes, las más escandalosas de la derecha, en su mayoría representada por gentes de orígenes socioeconómicos más bien tirando a pobre. Todavía me sonrojo cuando tengo ocasión de hablar con una persona que se hace llamar de derechas y acto seguido habla en voz alta y suelta una diatriba contra “los maricas, los invasores inmigrantes del tercer mundo, los banqueros judíos, los malvados “neocon”, y otros enemigos imaginados o no. Nos choca porque en nuestros orígenes privilegiados, la gente no acostumbra a hablar con esa estridencia, ni en voz alta ni mucho menos con esa pasión, tengan razón o no. Hace muchos años, me comentaba un chico de raza negra en Columbia University como él se daba cuenta de su clase social de origen humilde en Detroit cuando hablaba en el comedor. “Alfredo, yo noto que me miran distinto cuando abro la boca. En mi tierra, la gente habla en voz alta, con pasión, con sangre. Aquí en Columbia hay muchs chicos blancos con mucho dinero y aunque ninguno de vosotros me tratáis mal, sí noto como miráis cuando hablo fuerte, casi como que os molesta la voz alta de un negro del gueto”. Y en efecto, la “pasión” y ciertos tonos de voz fuerte son señales de un origen en el que la educación fue inexistente, desde un punto de vista de cultura racial y ética blanca-protestante, adinerada.
En mi caso, es totalmente cierto que he estado asociado a la derecha durante muchos años. No he parado de dar la cara para defender el capitalismo, las reformas financieras, apoyo a la banca y a los banqueros, austeridad fiscal cuando procede, control de la inflación, control de las fronteras para impedir avalanchas migratorias, relaciones pacíficas entre las razas pero siendo consciente de la realidad del ser humano y su deseo de separarse de quienes no son “parecidos” a él, una política exterior occidental dura contra los islamistas y cualquier estado que sea enemigo de la OTAN porque son amenazas directas y absolutas contra el capitalismo y el orden socioeconómico occidental, y defensa del sistema judicial agresivo contra la pequeña y mayor delincuencia.
Mi círculo de conocidos incluye a los editores de algunas revistas atlantistas, académicos, directores financieros, blogueros y columnistas en Nueva York y Washington D.C. He podido conocer a conservadores como Ann Coulter, Dinesh D’Souza, Margaret Thatcher y Rudy Giuliani.
En resumen, es imposible no asociarme con la derecha y así lo hace, con razón, la izquierda. No ocurre lo mismo con la derecha extrema en Occidente, que considera a la gente com yo “neocon”, o “financiera”, “sin alma”, “amoral” o ambiguo en todo caso. Escribo esta entrada precisamente porque el pasado viernes, recibí un correo de un conservador norteamericano sureño. “Nunca he estado seguro de tu compromiso con los valores tradicionales, Alfredo. No sé si es por falta de sinceridad, o porque los que sois de ciudad sois más calladitos a la hora de expresar ciertos puntos de vista. No sé qué pasa pero para mí eres más bien progre, no de derechas”.
El individuo que me escrbió dirige un grupo de radicales sureños que quieren separarse de EEUU porque según ellos, EEUU es o será pronto de mayoría racial “no blanca” y ellos odian al gobierno federal, detestan a Lincoln (defienden su asesinato) y dicen que en realidad no son el mismo país que el norte.
No estaba equivocado del todo, se dio cuenta que hay algo que me distingue (y a otros derechistas en Manhattan) de los derechistas “fanáticos” conservadores de “movimiento” que existen en las zonas rurales de EEUU y España también. Me refiero a aquella derecha conspiranoica, paleta, intolerante, tonta y mediocre.
La derecha de Manhattan, sobre todo esa rama que los más indeseables tachan de “neocon” (sin saber lo que significa ser neocon), somos un grupo realmente reservado, reticente. De forma casi instinctiva, enseguida apartamos a la gente fanática de nuestro círculo. No solo pensamos que esa gente fanática representan una rama distinta de la derecha, sino que además son de una especie diferente. Y como siempre le he dicho a los progres en Manhattan — nosotros tememos, exáctamente igual que ellos, a esos derechistas que vemos en Washington D.C. y en estados del sur profundo que parecen locos dementes diciendo que Obama es un “peligroso musulmán” y un “malvado socialista”.
Sin lugar a dudas, la derecha aquí en Nueva York es diferente. En primer lugar, sabemos muy bien lo que significa estar en minoría. Mirad mi caso particular: de derechas en Manhattan, protestante en España, capitalista también. La gente como yo nos hemos criado teniendo que forjar una sonrisa falsa mientras escuchamos a algún familiar o amigos arremeter contra Bush o los “republicanos” y Reagan o Thatcher mientras que las cabezas alrededor asientan cada vez que el progre radical de turno abre la bocaza.
En el caso de mis amigos, casi todos ellos se criaron en hogares de dinero pero también con padres progresistas. De ahí emana también la falta de fanatismo para defender causas de carácter moral en la derecha, como el aborto o prohibir el “matrimonio gay”. A pesar de que se desilusionaron con el camino que seguía el progrerío, muchos de nosotros aun mantenemos cierta simpatía por los “ideales” del progresismo.
Pero también hay otra razón detrás de nuestra “peculiaridad” separatista con respecto a otros derechistas. El conformismo intelectual sencillamente no se acepta en Nueva York. La gente prefiere las ideas sobre la política, especialmente la derecha neoyorkina. Cada vez que uno sale de esta ciudad y va a otros sitios, el “paletismo”, o quiza la mediocridad y conformismo de las personas es mas que evidente. Esto es algo que solamente lo puede entender una persona criada en una ciudad, aunque sea de derechas. Cuando los “de la ciudad” vemos hordas de turistas de zonas “residenciales” en la ciudad, se les nota a la legua que no son de ciudad. Se visten de una manera totalmente distinta, ocupan todos los bares cuando hay festivos (hoy es el “St.Patrick Day”) de los papistas y la ciudad se va a llenar de majaderos que vienen de las zonas “residenciales” (suburbs). No se ven sofisticados para nada y esto es lo que ocurre tambien con la derecha “rural” o pueblerina de EEUU y claro, tambien de Espana.
A lo largo de los años, me he ido dando cuenta de esta brecha existente entre las distintas esferas de la derecha. Los que no vivís en USA no váis a entender esto pero digamos que existe una gran diferencia entre un Republicano del “Upper East Side” de Manhattan y un republicano que viva en los otros barrios de NY como Queens o Brooklyn y encima sean de orígen blanco pero étnicos: irlandeses, italianos y europeos del este. Estos tres grupos católicos son los más, digamos, “reaccionarios” y estridentes de la derecha en NY. No se parecen en nada a los republicanos del Upper East Side en cuanto a estílo se refiere y en temas morales como el aborto o el matrimonio homosexual. Generalmente hablando, la gente con más dinero ha aceptado el matrimonio gay o el aborto, mientras que los blancos de origen obrero y católico aún son mucho más “tradicionalistas” en su moral. A veces, esas actitudes “retro” nos pueden resultar ofensivas, o ingenuas, pero también admiro su sinceridad natural. Sin ánimo de idealizar a los pobres (lejos de ello estoy), la gente pobre suele ser más auténtica y “humana” que los demás.
Personalmente, vengo de una tradición moderada, pero capitalista. Considero que es de mala educación y de muy mal gusto hablar de dinero en público, así que me abstengo de hablar del dinero que manejo pero digamos que estoy acostumbrado a tener lo que necesito. Mientras que otras personas se sienten totalmente incómodas y fuera de lugar en Madison Avenue, yo no me entendería ni me conocería sin esa avenida para comprar ropa, por ejemplo, o encontrarme con amigos en la Quinta Avenida. Aunque yo pueda reconocer todo esto, quizás soy un producto de tener demasiadas opciones y por eso me he cansado de lo que veo en gran parte de la derecha. Se está convirtiendo en un movimiento ortodoxo rígido en el que hay que seguir cierto patrón al 100% o de lo contrario, eres un peligroso sociata rojo guarro. Soy un hombre que siempre ha tenido lo que ha querido y por eso me choca muchísimo, lo resiento, que existan “tabúes” en la derecha que no se puedan discutir u opiniones “inmorales” e indignas de un debate. Aqui mismo en esta web, algunos lectores se han marchado porque dicen que no soy “suficientemente” de derechas para ellos. En realidad, lo que no soy es pareja de nadie y eso les choca muchisimo. Les choca que aqui no tengan un espacio donde puedan decir las barbaridades y estupideces que dicen en sitios como “Libertad Digital” sin que nadie les rebata ni les senale la estupidez.
Hubo una epoca, principalmente en los 70 y 80, en la que ser de derechas era algo muy positivo. Es decir, era una rebelion contra el autoritarismo y el pensamiento unico de la izquierda progre. Era, casi, un movimiento “contra” cultural, con ideas, debates, estudios serios, gente interesante. Ya conocemos los mejores productos de esa epoca en la derecha: Margaret Thatcher, por ejemplo, o el propio Ronald Reagan. Ninguno de estos dos lideres se hubiera sentido comodos en la derecha histerica e intolerante del siglo XXI. Las ideas eran importante y el conservadurismo liberal atraia a excentricos (en el buen sentido), autodidactas, academicos sin afiliacion concreta y a varios estudiosos de las finanzas.
Ya en los 90, cuando la derecha se iba consolidando sobre todo en EEUU durante la epoca de Clinton, este tipo de personajes fueron siendo eliminados o bien se conformaron a la nueva disciplina ideologica impuesta desde arriba. El liberalismo de derechas se convirtio en una serie de cliches absurdos y descerebrados, “no al estao”, “no a todo”, y el nacimiento de una prensa “de derechas” ha corrompido aun mas la integridad del movimiento. Hoy, los portavoces principales de la derecha liberal no son caballeros tan interesantes y educados como William F. Buckley o la elocuente Thatcher, siempre dispuestos a debatir y convencer un enemigo justo, sino personajes estridentes como Federico Jimenez Losantos en Espana, o el payaso Cesar Vidal, y en el caso americano, gente como Ann Coulter (que estaria muy bien como camarera diciendo chistes de derechas en un bar) o el demagogo Sean Hannity. Sus unicos objetivos son servir como azote “anti izquierdista” y asi incitar a las masas campesinas “de derechas” a una furia colectiva (mientras se enriquecen a su costa). Ya lo decia PT Barnum: cada minuto nace un idiota.
La politica ahora va por encima de las ideas, los academicos de derechas han sido sustituidos por gladiadores a sueldo, y la gente como yo, los famosos “liberales moderados” de la ciudad, los capitalistas que no somos nacionalistas, nos sentimos apartados cada vez mas.
Esto va a sonar raro pero a pesar de que siempre me ha dado placer, desde que tengo uso de la razon, escuchar los aullidos de la izquierda radical cada vez que abro la boca para defender el capital y la banca (esos chillidos de los progres son musica agradable para mis oidos), en privado realmente siempre me he visto como un “progresista desilusionado” con el progrerio actual.
Podemos decir todo esto tambien de la izquierda actual. La izquierda de hoy es posiblemente incluso mas agresiva que la derecha a la hora de forjar un pensamiento unico. Estos abusos e intolerancia posiblemente puedan contribuir a que surja una nueva generacion de jovenes desilusionados con sus profesores y padres progres. No se si haran llamar “de derechas”, pero dudo mucho que seguiran siendo igual de “progres” en un sentido dogmatico. Al final, la progresia de las ciudades tiene motivos para sentirse alarmada. Por cada progre dogmatico en la ciudad, nace un liberal capitalista. Somos los hijos bastardos de la generacion progre de nuestros padres (NADA conservadores).
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Disculpen las faltas ortograficas. No dispongo de teclado espanol en estos momentos.