Hoy voy a tratar sobre un trastorno llamado la hipocondría, que se tiende a minimizar pero que a quien lo padece le limita bastante sus actividades cotidianas. Algunos la catalogan como una enfermedad por la que el paciente cree, infundadadamente, que padece alguna dolencia grave.
Algún psiquiatra como Sigmund Freud se atrevió a decir que era como estar enamorado de la propia enfermedad, inventada y buscada.
Se dan cifras aproximadas que aseguran que casi un 30% de las consultas a los médicos de atención primaria son por dolencias que están producidas por un trastorno psicológico como puede ser el estrés o la ansiedad. Sin embargo, sólo una minoría de éstos son hipocondríacos ya que para serlo deben cumplir tres requisitos, un miedo excesivo a desarrollar una enfermedad, que normalmente suele ser grave y mortal; una preocupación excesiva por creer que se tiene y, por último, tener la creencia y la certeza de que posee realmente esa enfermedad.
Esta patología, a la cual la medicina no prestaba importancia, ya sí que está catalogada por los psiquiatras como un trastorno de ansiedad hacia la enfermedad a la cual hay que prestar atención y tratamiento.
Las personas hipocondriacas suelen tener una personalidad obsesiva, con un gran componente de ansiedad exageran sus síntomas mucho más que cualquier otra persona. Lo peor de todo es que el hipocondríaco no va a reconocer nunca que tiene un problema psicológico. Tiene una preocupación excesiva por su cuerpo, cuidándose en exceso y prestandole demasiada atención. Por ello, acuden muchas veces al médico y solicitan además hacerse múltiples pruebas buscando atención y dedicación.
Para esta enfermedad existen terapias psicológicas que pueden curarla con una probabilidad de más del 80%, por ello el principal consejo para estos pacientes es acudir a un psicólogo para la evaluación y el posterior programa de intervención. Éste último irá dirigido a enseñarle conductas de afrontamiento ante la sintomatología, y una reeducación cognitiva de sus pensamientos.
Habrá que ayudarle a ser consciente de la irracionalidad de sus pensamientos y temores, haciéndole ver que las probabilidades reales de enfermar son mucho menores de lo que él cree.
Además debe realizar actividades que le distraigan y que no le den tiempo a pensar, pueden ayudarle a mitigar las preocupaciones o a conseguir, al menos, que éstas no vayan a más.
También debe evitar programas de tv, revistas o conversaciones, relacionadas con enfermedades o con la salud, ya que le puedan evocar pensamientos o preocupaciones.
Por último, se les recomienda que tengan cuidado con las fuentes de información que utilizan, sobre todo internet, ya que es una fuente de información que tienen al alcance, que pueden consultar en cualquier momento, que puede no ser verídica, y que perjudican seriamente su trastorno.