"Soy bloguero". "Acabo de escribir un post". "¡Pásate por mi blog!". Qué bien queda. Cuánto glamour. Qué moderneces.
Cualquiera que tenga un ordenador, cierta afición por la tecla y un manejo básico de Internet abre una bitácora como el que corre la cortina de la habitación por la mañana para que se vaya el olor a tigre. Es nuestra ventanita al mundo, nuestra manera de orearnos. Hasta nuestro modo de hacer que todo el vecindario escuche la canción que nos da marcha cuando toca zafarrancho de limpieza. En muchos casos, una especie de expiación con entrada libre para hacer al personal cómplice de nuestras bajezas.
Pero hay lugares donde ser bloguero resulta tan peligroso como jugar a la ruleta rusa. En algunas teclas llevas escondida una bala que se te puede disparar en la sien. Y a cambio de jugártela, ganas libertad. Al menos mientras duren los clics sin munición de vuelta.
Lo cuenta Lina Ben Mhenni en La revolución de la dignidad (Ed. Destino), un libro muy breve en el que la bloguera que dio alas a la 'Primavera Árabe' en Túnez cuenta, a modo de post, sus peripecias en busca de la libertad con dos armas: la palabra y una conexión a Internet.
La clave de su éxito: ejercer de "electrón libre": "Un electrón libre no tiene límites. Un bloguero, una bloguera, es mil veces más eficaz, más rápido. No hay ningún líder, todo el mundo puede participar en el proceso de toma de decisiones".
Pero Lina lo deja claro: ser bloguero no es una pose. Para ella, "la verdadera función de una bloguera" es "hacer fotos, grabar secuencias de vídeo, dar testimonio, para rebatir la sarta de demencias que, sin duda alguna, los leales a ZABA [apodo de Ben Ali, dictador tunecino] iban a descargar sobre nosotros".
Otra bloguera de tronío, Yoani Sánchez, resume a la perfección en el prefacio de su libro WordPress. Un blog para hablar al mundo (Ed. Anaya) lo que supone abrir una bitácora: "Todos los sueños de paz mundial, las utopías justicieras, los anhelos de realización personal, los más caros propósitos del género humano ya no tendrán que esperar por 'alguien' que les abra un espacio donde exponerse. Ya no hará falta un permiso burocrático. No será necesario amasar una fortuna o tener detrás un amenazante ejército armado hasta los dientes. Ni siquiera será preciso estar bajo la sombrilla de un partido político o una organización determinada. Aquí tiene usted una ventana, o mejor dicho la carpintería para construirla. Asómese a mirar y a que lo vean".
Jugársela a cambio del cambio. Esa es la cuestión.
[Publicado en Madrid2noticias]