Revista Cultura y Ocio

Serenidad

Publicado el 10 noviembre 2012 por Laurytyta
Serenidad
La chica del abrigo naranja no era católica. No es que fuera atea, creía en algo, pero no era Dios, ni Yaveh, ni Alá. Tampoco le interesaba el budismo que tan de moda estaba entre su círculo de amigos. Simplemente le gustaba ir a aquella iglesia de vez en cuando. Sobre todo esos días en los que para ella llorar era una necesidad casi tan básica como dormir o comer. No se consideraba infeliz era solo que iba acumulando tantas pequeñas cosas que al final tenían que salir por algún lado y era entonces cuando se acercaba a su rincón mágico. 
Vecina del barrio Malasaña uno de esos malos días bajaba paseando hacia Gran Vía para intentar alegrar la cara pintándose una sonrisa de mentira con el Russian Red de el Corte Inglés, pero antes de llegar descubrió la pequeña joya. 
Maravillada por la fachada con toques nazaríes más propios de Granada que de Madrid y viendo que la puerta estaba abierta entró a curiosear. Estaban celebrando un funeral y en vez de dar media vuelta y salir corriendo algo hizo que se quedase allí plantada escuchando las plegarias del sacerdote compadeciéndose de los familiares. Era el marco perfecto para dejar correr las lágrimas sin tener que esconderse ni dar unas explicaciones que por otra parte tampoco tenía. 
Desde entonces volvía a menudo. Quizá era por el nombre, Ntra Sra de la Buena Dicha. O porque estaba construida en el mismo solar en el que hubo un hospital y el cementerio donde enterraron a las más famosas heroinas del dos de Mayo, Clara del Rey y Manuela Malasaña. Algo tendría que ver también la mezcla de estilos arquitectónicos que convivían en perfecta armonía iluminados por las vidrieras modernistas. Lo cierto es que aquel lugar la revitalizaba. El ritual era sencillo: se sentaba intentando dejar la mente en blanco y vagaba con la mirada observando la bóveda nervada, los dibujos de las columnas, los arcos polilobulados, los colores brillantes de los azulejos o la imagen de la virgen de la Merced que para ella no era más que una talla bonita de una madre. Aunque lo que más le gustaba era fijar la vista en el símil de las pequeñas velas. Si no había ninguna encendida ella misma prendía tres o cuatro en memoria de algún ser querido perdido. Esa costumbre católica si le gustaba.
SerenidadSerenidad Serenidad 

 Serenidad

 Iglesia Ntra. Sra de la Buena Dicha. Arquitecto: Francisco García Nava. Construcción:1916 -1917

<

Volver a la Portada de Logo Paperblog