Muchas veces rechazamos ser serviciales porque pensamos que seremos sirvientes, pero, entre estas dos palabras hay una enorme diferencia que las separa, una línea muy delgada, tan delgada que hemos distorsionado su significado y perdido los grandes beneficios que aporta en nuestra vida el valor del servicio. Por eso en esta oportunidad consideramos muy conveniente dedicar espacio a este tema.
Servimos para algo cuando hacemos algo que se nos da bien, con naturalidad, que tenemos talento para ese algo. Somos serviciales cuando somos cordiales con los demás.
Como vemos, un servidor hace cosas que generalmente le gustan y una persona servicial trata a los demás como se trata a sí mismo, cosas que, están estrechamente ligadas a nuestros gustos, pasión, educación y valores, que alimentan nuestra dignidad y en consecuencia nos garantizan nuestro propio bienestar y el de los demás.
Actuamos como serviles cuando hacemos algo porque nos sentimos forzados a realizarlo; somos sirvientes cuando somos cordiales porque principalmente tenemos un interés o una necesidad por encima de nuestro trato con los demás. Ser servil está estrechamente ligado a la esclavitud, donde se hacen las cosas o se tratan por obligación. Si actuamos como sirvientes o serviles, estamos expuestos a tratar a las personas o a aceptar hacer actividades que no necesariamente están acordes con nuestros valores, con nuestros talentos o gustos, por lo tanto, no garantiza nuestra satisfacción personal cosa que sin duda, harán tambalear nuestra dignidad.
Es importante entonces darnos cuenta de cómo actuamos, y bajo qué premisas porque ellas son clave para nuestro propio bienestar. En este punto también es importante ser muy sinceros con nosotros mismos, porque si nos justificamos, nos autoengañamos y, entonces, nos estancamos.