En nuestra segunda sesión de cine inédito proponemos un programa doble dedicado al odio, con dos películas canadienses que abordan de distinta forma este sentimiento que puede provocar auténticas tragedias. Rodada en un magnífico blanco y negro, con esos planos abiertos que Villeneuve ha convertido en marca de la casa, Polytechnique tiene un tono reflexivo y poético, pero al mismo tiempo seco y duro. Sin apenas palabras, sin recursos externos, el relato de los hechos está contado con precisión y cierta aspereza. Y consigue reflejar la impotencia y la irracionalidad de ese momento en el que un tipo, escopeta en mano, entra en una escuela y se dispone a cazar seres humanos. A Xavier Dolan, visto que las carencias de su primera película no terminan de resolverse en Les amours imaginaries hay que seguirle la pista para ver si consigue desembarazarse de esa pedantería que a veces hace tambalearse la narración de sus historias. De Dennis Villeneuve esperamos con interés sus próximas incursiones en la dirección. Pero sin duda esta sesión doble nos permite conocer los primeros trabajos de dos de los directores canadienses más interesantes del momento.
El director Dennis Villeneuve se ha convertido ya en uno de los nombres más destacados del panorama internacional, especialmente tras la nominación al Oscar de su película Incendies (2010). Su anterior cinta, sin estrenar en España, aborda uno de los sucesos más impactantes ocurridos en Montreal en las últimas décadas. Polytechnique (2009) se centra en la masacre que tuvo lugar en 1989 en una Escuela Politécnica École. Hasta aquí, todo parece indicar que estamos ante un proyecto deudor del retrato semipoético que realizó Gus Van Sant sobre la masacre que perpetraron dos locos adolescentes en el Instituto Columbine en su película Elephant (2003). Y ciertamente encontramos en Polytechnique algunos rasgos de ensimismamiento formal que nos recuerdan a aquélla. Pero las circunstancias del acto violento que muestra la película de Dennis Villeneuve tienen en sí mismas unas características más insólitas. El protagonista de la matanza, que por supuesto solo tuvo cojones de pegarse un tiro después de haber matado a catorce personas, tenía un claro objetivo: las estudiantes femeninas. Obsesivo misógino (del que tampoco se nos dan demasiados datos para entender ese sentimiento, quizás porque en definitiva es imposible entenderlo), su propósito era "limpiar" la Escuela Politécnica de mujeres que en el futuro podrían ostentar cargos de responsabilidad. Y este sentimiento de odio absurdo, pero profundamente enraizado en el personaje, es el que nos mueve a una reflexión más estimulante. Una especie de pérdida de poder masculino que se traduce en odio anti-femenino, más que anti-feminista.
Se ha tachado a la película de tener una excesiva influencia de, una vez más, Gun Van Sant, y una insistencia en la homosexualidad del hijo como reflejo de su rebeldía, en una proyección tópica de las relaciones materno-filiales (el protagonista no encuentra la confianza necesaria para mostrar su relación sentimental con otro chico). Lo primero es posible, pero tampoco molesta demasiado; lo segundo es, simplemente, una opción del director que, no lo olvidemos, cuenta una historia basada en su propia experiencia.