


La ciudad se vuelve, durante la pascua santa de los cristianos, decorativamente sacra en una inconfundible realidad pagana.
El Romanticismo justificó, sin querer, una transformación interesada del Arte, una visión ya ideada de antes y utilizada después.
El Arte eterno, grandioso en su intemporalidad, fabuloso en su simpleza y genialidad, en su sabiduría, ternura, plasticidad y belleza.
El mundo como dos visiones de la realidad: la subjetiva y la objetiva, o el paisaje como argumento inequívoco de la verdad.
El Arte es como la Alquimia: sorprendente, bello, desenvuelto, equilibrado, preciso y feliz.