Revista Arte

Sevilla, Murillo y Justino de Neve

Por Lparmino @lparmino

Sevilla, Murillo y Justino de Neve

San Isidoro de Sevilla, 1655, de Murillo
Catedral de Sevilla - Fuente


Sevilla jugó un papel fundamental en el desarrollo artístico del siglo XVI y XVII. El comercio con América, monopolizado en la ciudad, favoreció el desarrollo comercial y económico de la población, así como la llegada de un importante grupo de hombres de negocios de procedencia extranjera que contribuyeron a fomentar la riqueza cultural sevillana. Por eso, en el devenir histórico de la pintura barroca española, mientras muchas escuelas sucumben a lo largo del siglo a la pesadumbre de una clientela tosca e inculta, excesivamente condicionada por lo religioso, demasiado apegada a unos gustos estéticos donde se primaba lo arcaico ya desfasado, Madrid y Sevilla se convertían en centros receptores de todas las innovaciones estéticas surgidas en otros puntos de Europa.

En el año 1503 se establece en la ciudad hispalense la Casa de Contratación como órgano que debía encargarse de todo aquello que estuviese relacionado con el comercio con las tierras americanas recientemente descubiertas. Como señala María Luisa Laviana Cuetos en la página Web de Artehistoria, Felipe II reafirma el monopolio sevillano sobre el comercio americano en el año 1573, hasta que en 1668 se permite la entrada al puerto de Cádiz en las rutas comerciales con el nuevo continente. La elección de Sevilla respondía a la disposición de un puerto interior con una buena posición geográfica que facilitaba su defensa. La afluencia de metales preciosos al puerto sevillano convirtió a la ciudad en una de las más prósperas de la península Ibérica, auge que empezaría a decaer a partir de la peste que asoló la ciudad en 1649 y que se confirmaría tras la pérdida del monopolio comercial a favor de Cádiz.

Sevilla, Murillo y Justino de Neve

Autorretrato, h. 1670 - 1673, Murillo
The National Gallery, Londres - Fuente

En este contexto económico, Sevillase convertirá en uno de los principales centros culturales de todo el Barroco español. Durante todo el siglo XVII, Sevilla es uno de los principales centros artísticos donde se dan citas algunos de los nombres fundamentales para entender la pintura y la escultura de este siglo. Y dentro del panorama peninsular, la ciudad de Sevilla es capaz de ofrecer una serie de peculiaridades que le van a permitir establecer casi una escuela diferenciada respecto a lo que se venía produciendo artísticamente en el resto del país. Así, la importante presencia de una colonia extranjera que poseía su propio gusto estético propiciaría que la ciudad se convirtiese en puerto de entrada de mucho de lo que se estaba haciendo en otros centros europeos. En un siglo en que los pintores españoles apenas viajaban al extranjero para conocer las novedades artísticas, la llegada de estampas flamencas y cuadros de ese origen a través del puerto sevillano propiciaba una buena oportunidad para que los pintores sevillanos asimilasen lo que se estaba haciendo en otros lugares. 

Otro factor importante hace referencia al ambiente intelectual de la ciudad. Por una parte, la presencia de esos comerciantes extranjeros había posibilitado una activa vida intelectual en la que son habituales los círculos de literatos y artistas. Este es el caso del círculo que rodea a Pacheco, discreto pintor más conocido por ser maestro de Velázquez y por ser tratadista teorizador en el arte de la pintura. Pero por otra parte, Sevilla vive una religiosidad extrema de profunda creencia que tiene amplias bases populares. Ello facilita la presencia de una importante clientela religiosa que facilita los encargosde obras de carácter devocional a los maestros pintores.
En este ambiente se desarrolla la actividad de Murillo(1617 – 1682), el pintor más destacado de la segunda mitad del siglo XVII. Conocedor de los nuevos gustos y modas que imperan a partir de los años cuarenta, hizo suyo el nuevo estilo que llegó a Sevilla con Herrera el Mozo en el que, progresivamente, va abandonando el sobrio tenebrismo que caracterizó sus primeras producciones, haciendo cada vez mayor uso de los espacios luminosos y las formas volátiles. Son los los nuevos principios del Barroco triunfante, con un nuevo gusto refinado y etéreo en el que se ahondaba en la gracia de los modelos femeninos de las vírgenes o en los ambientes de pilluelos tocados en ocasiones de una excesiva amabilidad que encontró amplio favor entre la numerosa clientela que tuvo en la ciudad. Atrás quedaba el estilo tenebrista y compacto de Zurbarán, desplazado del mercado por el joven Murillo. Fue tal su éxito que llegaban en cantidad los encargos a su taller. De hecho, su gusto se prolongaría durante el siglo XVIII, con cierta gracia de aire rococó que encontró un amplio eco incluso en los ambientes europeos más refinados.

Sevilla, Murillo y Justino de Neve

Retrato de don Justino de Neve, 1665, Murillo
The National Gallery, Londres - Fuente

Murillo, a pesar de vivir el comienzo de la decadencia sevillana tras la peste de 1649, supo mantener una actividad constante en su labor pictórica. En parte, gracias a las intensas relaciones que mantuvo con muchos de sus clientes eclesiásticos. A partir de esos años se suceden las obras y fundaciones religiosas de carácter piadoso y caritativo, símbolo del incremento de la pobreza en la ciudad. Y Murillo contó con el favor de algunos de los comitentes de tales obras, en especial de Justino de Neve, canónigo de la catedral hispalense. Fue Justino quien encargó muchas de sus mejores pinturas finales, por ejemplo para Santa María la Blanca y para el Hospital de los Venerables, conformando algunas de las obras más logradas del artista sevillano. El propio Justino contaba con una colección particular de obras de Murillo, en número de dieciocho y posteriormente dispersa, que incluía un retrato realizado por el pintor en agradecimiento por el número de encargos recibidos de Justino.
El Museo del Prado aborda esta intensa relación entre Murillo, pintor, y Justino de Neve, mecenas, y ante todo amigos, en el prolífico ambiente artístico de Sevilla en una exposición temporal que permanecerá abierta desde el 26 de junio al 30 de septiembre.Luis Pérez Armiño 

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