Hace poco me lo preguntaba: ¿Tendría éxito Sherlock Holmes en el siglo que nos ha tocado vivir? Pues bien, no he tenido que invertir mucho tiempo en meditarlo. La BBC ha llegado con una mini-serie (sólo tres capítulos de hora y media cada uno) para demostrar que el detective asesor de Baker Street sigue teniendo todavía mucha vigencia. Los guionistas se pusieron a trabajar duro con los trabajos de Arthur Conan Doyle, para crear un híbrido en el que la actualidad y las tramas originales del detective y su médico amigo se entrelazan dando muy buenos resultados. Vamos, que aunque Sherlock y Watson hablen por teléfono móvil y naveguen en Internet, siguen siendo los mismos.
Así que ahora tenemos a un Holmes, tan prepotente como siempre, pero con una lupa mucho más pequeña y parches de nicotina en los brazos. Por su lado, Watson sigue con la misma mirada (entre admiración y cansancio) hacia la figura de su compañero de piso, sólo que ahora es un héroe de Afganistán y se olvida de su bastón en muy poco tiempo.
Es muy divertido, para los que recordamos las novelas, el hecho de localizar detalles y tramas ya leídas, transformadas de tal manera que vuelven a engancharnos y a dejarnos maravillados con la inteligencia de su protagonista. Si es cierto que la anatomía forense puede quitarle casos a Holmes, también es verdad que su cabeza siempre funciona más rápido que cualquier prueba de laboratorio, así que sigue dejándonos con la boca abierta con sus deducciones.
Y para seguir siendo fieles al clásico sin dejar de vivir en el siglo XXI, los trabajos de Holmes han pasado a convertirse en una web, mientras que Watson ha sustituido sus libros sobre las aventuras con el detective por un blog. Divertido echarles un vistazo después de cada capítulo para ver cómo lo cuentan sus protagonistas.
Todavía no ha llegado la segunda temporada, pero con lo fuerte que termina la primera, seguro que no soy la única que espera noticias de los ingleses en breve espacio de tiempo.