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Shiki. Ruego a la mariposa

Publicado el 21 marzo 2014 por Santosdominguez @LecturaLectores
Shiki. Ruego a la mariposa
Masaoka Shiki.Ruego a la mariposa.Selección, traducción, introducción y notas de Fernando Rodríguez-Izquierdo.Satori. Gijón, 2013
Un desolado invierno:
recorriendo la aldea,
me ladra un perro.
Escribe Masaoka Shiki (1867-1902) en Ruego a la mariposa, la bellísima y delicada antología bilingüe de 70 haikus inéditos del poeta que llevó el haiku a la modernidad y que está considerado como el eslabón que vincula la poesía japonesa clásica con la contemporánea.
Seleccionados, traducidos y comentados por Fernando Rodríguez-Izquierdo para la colección Maestros del Haiku de la editorial Satori, ese tono de desolación, abandono e incertidumbre, esa tristeza meteorológica y anímica caracteriza la poesía de Shiki, –cuco en japonés-, un seudónimo que empezó a usar desde que empezó a tener síntomas de la tuberculosis que le llevó a la tumba a los 34 años.
Un seudónimo que, como explica Fernando Rodríguez-Izquierdo en su introducción, tiene que ver con la imagen que relaciona el cuco con los vómitos de sangre que acompañan su canto, según la leyenda.
No vivió mucho tiempo, pero sí el suficiente para crear escuela y reunir en torno a su sensibilidad y su magisterio poético a un grupo de jóvenes escritores a los que dedicó su tiempo y las enseñanzas recogidas en una serie de artículos que publicó bajo el título “Los grandes rasgos del haikai.”
Tristeza anímica y meteorológica, decía más arriba, porque la mirada del poeta a la naturaleza, se filtra a través de las estaciones, con lo que enriquece su contemplación con un agudo sentido del tiempo y de la fugacidad.
Y pese a esa conciencia del paso del tiempo y de la proximidad del fin, todo es serenidad en estos textos fugaces en los que vuelan las libélulas y las mariposas sobre las algas de un arroyo, blanquea el paisaje la fragilidad los cerezos en flor, flota la niebla del pasado sobre las hierbas silvestres de un páramo y canta un cuclillo junto a la fuente mientras navegan los barcos bajo la lluvia.
Visiones e intuiciones, iluminaciones de la palabra en el rumor sereno del agua en la calma de la noche, en el vuelo oscuro de un murciélago, en las premoniciones del pétalo que cae de una magnolia, en la tormenta de verano, en el sauce que se mece bajo la luna, en la noche del insomnio o de la muerte, en la desolación sin futuro del invierno y su luna sobre el bosque, cuando va haciendo frío sobre la luz tenue del mundo.
No queda ni un mosquito
tras de la gran riada.
¡Qué soledad!
Santos Domínguez

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