"El universo no es sino un vasto símbolo de Dios."
Robert Carlyle
Los comediantes televisivos que terminan incursionando en el cine, tanto como actores o directores, llevan a la pantalla grande sus personajes o caracteres como parte de su repertorio humorístico, como lo vemos con los comediantes de Saturday Night Live, algunos del Stand Up, entre otros, sin embargo, los comediantes japoneses, han tenido la particularidad o capacidad de llevar más allá dichas figuras, y convertirlas en verdaderos iconos del cine o por lo menos en propuestas mucho más atrevidas, experimentales o arriesgadas, como sucedió con Takeshi "Beat" Kitano, y su prolífica y estimulante obra, como en este caso con Hitoshi Matsumoto, que en Japón es considerado uno de los más populares presentadores y comediantes del país del sol naciente. Escribir sobre Matsumoto, es hacerlo sobre un actor que debutó en 1982 en el duo cómico Downtown, estilo muy propio de la comedia japonesa o Manzai (Bryce y Katayama 2009) que además de la fama, le dio un giro a la comedia japonesa y de cierta forma, la base de lo que será su cine, donde la extravagancia, los referentes culturales pop de su país y el humor absurdo pero distante (1) son esenciales.
Matsumoto, que perfectamente tiene cabida en el novísimo cine japonés (Lardin y Sánchez, 2003), término que más que definir un estilo o forma, reúne a una serie de cineastas (Tsukamoto, Takeshi y otros) que desde el año 2000 y una trayectoria multidisiciplinar, ponen en escena temas prolíficos, extravagantes y libres, que tienen al cyberpunk, lo distópico, grotesco e híbrido, todo un caldo de cultivo de ideas, formas y estilo, que se van a ver reflejadas en Shinboru o Símbolo, segunda película de Matsumoto y de una trilogía llamada Esencial - más con fines comerciales que temáticos, pero trilogía al fin y al cabo-.
El guión escrito por el mismo Matsumoto y Mitsuyoshi Takasu, se puede reducir a un hombre japonés que se despierta en una habitación blanca y absolutamente cerrada, de las que emergen unas pequeñas protuberancia fálicas, que al ser tocadas, generar algún tipo de herramienta inútil para éste; por otro lado, en México, un luchador de lucha libre llamado Escargot Man, se prepara para su lucha más importante; y aquí surge la pregunta, cuál es la relación entre estos dos sucesos, culturas y kilómetros tan distantes.Matsumoto juega a la comedia del absurdo, en un indescifrable entramado, que es fácil de visualizar por el lenguaje común del humor, el físico, casi como un slapstick en versión anime; lleno de referentes culturales pop, que se aúnan de una forma o de otra, tanto en la narración, montaje y forma, es decir, los guionistas conforman su propio cosmos/universo donde tiene cabida no sólo esta historia sino esta especie de "multiverso" donde un individuo común puede controlar el destino de otros, las articulaciones de un luchador y hasta al mismo "miembro" de dios. La película separada en tres capítulos, es indirectamente una reflexión sobre la capacidad de evolucionar, pero todo en un tono fantástico, imaginario y naif, como llega a ser la misma lucha libre y el anime.El trabajo fotográfico de Tasuyuki Toyama, pasa del artificio al naturalismo de una forma elocuente, del espacio cerrado y blanquecino, a las tierras polvorientas de un pueblo mexicano, pero todo muy bien conjugado tanto en forma como en estilo; Toyama juega bastante bien con los contrastes, y aprovecha el espacio cerrado como el abierto; eso si, hay que reconocer, que el trabajo de color y esa cercanía con el mundo del cómic, le dan más fuerza a la parte visual de la obra; en esa libertad, es donde el cinematógrafo japonés sale victorioso, como en cualquier "frame" de anime. El trabajo de montaje es punto a destacar, no sólo por la unificación de las historias sino por el manejo técnico en exteriores. También cabe destacar los efectos especiales, tanto los que emulan las "viñetas" manga, como los relacionados a la secuencia de Escargot Man, y su "cabeza golpeadora" - hilarante secuencia- , como al climax de la misma, donde Matsumoto, juega con el videoarte y la experimentación total. Aunque son varios actores, es Matsumoto, quien se lleva todo el peso actoral, tanto por experiencia como por su propia figuración, es decir, un monólogo de frase cortas, humor corporal y acciones absurdas, hacen del japonés el personaje principal de esta obra. Un trabajo tan excesivo como hilarante y desproporcionado a pesar de la sencillez de su argumento, uno de esos largometrajes, en los que nada tiene sentido, pero aún así, en su lógica, funciona, y que vale la pena ver para conocer el trabajo de Matsumoto, otro de esos directores nipones, sin reglas pero con mucho talento, así sea sólo para confundir.Zoom in: Nominada a mejor actor y efectos especiales en el Asian Film Awards.Montaje Paralelo: Nothing (2004)
(1) https://www.lacasaencendida.es/audiovisuales/r100-hitoshi-matsumoto-3833Bryce, Mio & Katayama, Hanae. (2009). Performativity of Japanese Laughter. The International Journal of the Humanities: Annual Review. 7. 10.18848/1447-9508/CGP/v06i09/42538.
LARDIN, R. y SÁNCHEZ-NAVARRO, J. (ed.) El principio del fin. Tendencias y efectivos del novísimo cine japonés. (Barcelona: Ediciones Paidós, 2003).