La primera vez que vi a Hendrix en mi vida fue en VHS. Nos encontrábamos matando la tarde en casa de un amigo, fumando y bebiendo panza arriba en el sofá, cuando su hermano mayor apareció con dos cintas del primer Festival de Woodstock. Recuerdo la primera impresión: el pañuelo rojo en la cabeza, su chupa blanca con flecos y lo impúdicamente bien que le sentaban los pantalones de campana. Yo no era una hippy trasnochada que con el mal cuerpo de las nueve de la mañana, y todavía flipándolo un poco, se había plantado frente al escenario, pero sin embargo también aluciné cuando Jimi puso del revés The Star Spangled Banner. No, no pensaba en la Guerra de Vietnam.
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