Apenas recuerdo ya la voz de aquel que resultó elegido por mayoría absoluta hace cinco meses. Parece que hayan pasado cinco años cuando una mayoría absoluta creyó que el hasta entonces responsable del partido de la oposición podría salvarnos de una crisis que de ser consecuencia de los males de la economía española ha pasado a ser la causa de unos males aún mayores. Desde aquella noche electoral, en que poco dijo, no ha vuelto a pronunciar en público más de dos frases seguidas. Y el silencio resulta más demoledor y estruendoso que un grito en la noche.
Y resulta patético que este líder, por ahora sólo del escapismo, sea quien gobierne y mande de tal forma que ni se atreva a mirar a la cara para explicar qué está haciendo, con qué finalidad, a costa de quiénes y en beneficio de quién. Probablemente, la causa de que no haya preguntas es que tampoco él tiene respuestas. Los diarios de tirada nacional, los grandes medios, deberían echar mano de sus corresponsales o enviar periodistas en misión especial para buscar las respuestas correctas en Washington, sede del Fondo Monetario Internacional, en Berlín o en paraísos fiscales, banderas de conveniencia bajo las que navegan piratas sin escrúpulos por este mar azul neoliberal lleno de tiburones.
Porque lo más preocupante no es que no se brinde la oportunidad de realizar preguntas. Lo más tremendo y demoledor es que, aunque las hubiera, no habría respuesta. Las respuestas no están en los papeles que le escriben a Rajoy con letra apresurada para que los descifre y lea sin mucho éxito, ni en las comparecencias de sus ministros o asesores, que se limitan a lanzar balones fuera a la espera de que nadie los recoja y acabe la partida por aburrimiento del oponente.
Es también el silencio del padre tiránico frente al hijo, del profesor de antigua escuela que castiga al alumno. Un castigo sin derecho a réplica ni explicaciones que demuestren su error y que no, que nosotros no hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, sino otros que ahora están yéndose de rositas. En esta realidad oprimente, los medios de comunicación oficiales ya han sido convenientemente adscritos al régimen y a un discurso machacón y alienante con el objetivo de destacar sus bondades. La toma del control de RTVE y el veto a la réplica es un golpe bajo a la pluralidad y a la libertad de información, un derecho constitucional que, como otros, ya es papel mojado. Las redes sociales, los foros, los blogs y los medios digitales alternativos al mensaje unidireccional pueden suplir en parte ese panorama monocromo con voces discordantes, pero son todavía muchos los que no tienen acceso a Internet o, si lo tienen, hacen de ella un uso totalmente lúdico limitado a las relaciones sociales.
Y no lo digo yo, y repito porque no es la primera vez que aprovecho el marco incomparable que es este blog para ello, lo dice Paul Krugman, premio Nobel de Economía en 2008 y catedrático de la universidad de Princeton: “En vez de admitir que han estado equivocados, los líderes europeos parecen decididos a tirar su economía —y su sociedad— por un precipicio”. El artículo, El suicidio económico de Europa, es explícito y sin concesiones. Y no es sólo un suicidio económico. Alguien deberá responder algún día por todo ello.