Krrrrrrrchcklsacchhhh. Un rinoceronte tiene una voz más sutil que el ronquido del señor que duerme plácidamente en la cama de al lado. La felicidad de compartir la habitación con solo ocho peregrinos acaba de desvanecerse por la potencia sonora de un jubilado italiano. No sé si soy la única que sufre a pesar de llevar tapones en los oídos.
Cuando uno gana y el otro pierde
La etapa de mañana será de 30km aproximadamente, así que necesito dormir. Los ronquidos en el entorno va in crescendo de tal forma que dejarían impresionado cualquier director de orquesta. Lamentablemente mi cerebro no está impresionado en absoluto. Opción uno, dormir a pesar del ruido… Es imposible.
La segunda opción sería levantarme y despertar al pobre señor. Incluso le podría tirar cosas para no levantarme. Es fácil que el cansancio se convierta en mal humor y estoy claramente al límite de mi paciencia. Solo que esta opción tampoco resuelve el problema de fondo: sería cambiar una persona cansada por otra persona cansada. O duermo yo o duerme él, puesto que no puede controlar sus ronquidos mientras duerme.
Siempre hay una tercera opción
En la vida siempre hay por lo menos tres opciones. Lo difícil es encontrar esta tercera opción, ya que suele salir de lo convencional. Mis tapones no eran lo suficiente poderosos como para aislarme del ruido. Así que decidí apartarme. Había algunas camas vacías al otro lado de la habitación. Probé de dormir alejada de la fuente de ronquidos, pero a estas alturas mis oídos ya estaban demasiado afinados. Entonces recordé que el sofá en la sala de estar dónde había escrito mi diario esta tarde. Era un sofá pequeño, dentro de una sala con una puerta. Así que cogí mis tres cosas y me trasladé. Disfruté de un silencio total, así que ni me enteré de que el sofá era realmente muy pequeño para mi. Me acomodé como pude y me dormí en seguida.
¿Qué es lo que no puedes cambiar?
En la casa de mis padres hay un cuadro con la oración de la serenidad de Reinhold Niebuhr:
“Dios, dame la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar lo que puedo, y sabiduría para saber la diferencia”. Si igualas aceptar a aguantar, es posible que estés desperdiciando tu energía en algo que te hace daño. Puedo aceptar que ronques, porque sé que no lo puedo cambiar. Pero sí puedo cambiar el hecho de que yo tenga que escuchar tus ronquidos. El aceptar tiene sus matices. Si te perjudica a largo plazo, es hora de investigar más a fondo: ¿Qué es exactamente lo que no puedes cambiar?
Puedes quejarte. Puedes actuar. O puedes cambiar de entorno. La decisión es tuya.
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Imagen: 9dedos/flickr