Hace algunos meses, en una reunión en la que estábamos presentes el Presidente de una compañía, otra persona y yo mismo, el primero dijo: “En un mundo en el que hay tantos hijos de p… por metro cuadrado todavía me sorprende mi capacidad para emocionarme”. Son palabras textuales.
El comentario tiene importancia si tenemos en cuenta que es una persona muy baqueteada por la vida que no habla desde la fría teoría sino que sabe a la perfección lo que se cuece en la primera línea de la batalla empresarial. Ha ocupado puestos de alta dirección en importantes instituciones financieras y pasa de los sesenta años de edad.
El mundo de la empresa no es una realidad pacífica. No es un mundo de ángeles, por decirlo de algún modo. El ámbito de la empresa es el ámbito del dinero, y en este planeta, el dinero es para muchos la medida de todas las cosas y, por tanto, donde más escualos (por decirlo suave) se mueven y uno puede encontrarse. Hay gente que por dinero es capaz de cualquier cosa. El refranero lo tiene claro: "Entre el honor y el dinero, lo segundo es lo primero".
En la excelente película Una proposición indecente (1993) -una cinta con mucha enjundia- un magnate de los negocios (Robert Reford) ofrece a una pareja pasar una noche con la chica (Demy Moore) a cambio de un millón de dólares. El marido enfadado (Woody Harrelson) ante tal propuesta dice:
– Hay cosas que no están en venta.
– ¿Cómo qué?, dice el multimillonario muy seguro de sí mismo.
– Las personas, contesta el primero.
– No digas tonterías, yo compro gente todos los días, concluye el segundo.
En el mundo de los negocios no es fácil mantener el equilibrio entre cercanía y frialdad. Muchas veces la frialdad es necesaria para que a uno no le tomen el pelo. Por ello es fácil que después de un tiempo uno pierda el romanticismo y la visión utópica de la empresa y se vuelva demasiado duro si uno ocupa un puesto de dirección. Sin embargo y a pesar de todo, hay que intentar no perder la capacidad para emocionarse porque si la vida es algo, la vida son emociones.
Todo esto lo cuento porque me ha venido a la cabeza el conocido vídeo de Sunscreen, el de la crema solar tan viralizado tiempo atrás y que conviene recordar de vez en cuando. Allí se dice: “Vive en la ciudad alguna vez, pero márchate antes de que te endurezcas. Vive en el campo alguna vez, pero múdate antes de que te ablandes”. Ése es el equilibrio que debemos buscar. El mundo de la empresa puede endurecer demasiado. Aquí repito el vídeo: