Hace unos días me encontré un vídeo, en las redes sociales, de un representante sindical de trabajadores de una cadena de supermercados, de cuyo nombre no quiero acordarme, que es conocida por el supuesto buen trato a sus empleados. El caso es que esta persona daba un par de ejemplos de una realidad bastante diferente y lamentaba que, cada vez que expresaba una reivindicación, alguien le respondía con un "pero si tú no puedes quejarte, si trabajas en tal sitio". Pues sí, sí que puede y debe lamentarse, porque los derechos no se conquistan con la comparación con el que está peor, sino con el que vive mejor.
Puede que muchas personas que estén leyendo esto recuerden cuando también se quejaron de una situación laboral o personal y les lanzaron un cómo se te ocurre lamentarte cuando el mundo está así o asá, o hay no se cuánta gente peor. Y así, de esta forma, el sistema nos va igualando pero por lo bajo y el sótano de la casa se hace cada vez más grande y oculta más precariedad. Pues no, sí puedes, y debes, quejarte, para que cada vez las cosas estén mejor, también para el resto. Los derechos hay que defenderlos. Siempre. Aunque creamos que ya los hemos conseguido. Porque siempre habrá quien quiera volver para atrás, con argumentos como que hay trabajadores en peores condiciones o desempleados de larga duración. No dejes que te dirijan la mirada hacia atrás, sino al lugar en el que los trabajadores tiene un salario decente y unas condiciones laborales dignas, que permiten la conciliación ya no familiar, sino con un mínimo de bienestar vital. Míralos a ellos y a ellas, que me temo son pocos, y a quienes sí consiguen trabajo. Y una vez vista esa realidad a la que todos tenemos derecho, vamos a trabajar porque cada vez más personas lo consigan, no nos resignemos.