Donald Trump, presidente de los Estados Unidos, tuiteó ayer desde su cuenta personal como presidente de los Estados Unidos un montaje fotográfico en el que aparecía su cara sobre el cuerpo de un campeón de boxeo, no sé si Rocky u otro, da igual. Mi reacción ante ese tuit no fue estupor, ni sorpresa, ni incredulidad ni siquiera indignación. Mi reacción fue la que lleva siendo desde que fue elegido presidente: acordarme de todos esos gurús políticos, tertulianos, periodistas y opinadores que, en el otoño de 2016, decían: «No será para tanto», «se moderará cuando llegue al poder», «las instituciones lo controlarán» y, mi favorita, «dice esas cosas para provocar, para enganchar a la gente pero en realidad no las piensa ni va a hacerlas». Me acordé de todos ellos y pensé lo que llevo tres años pensando: sois idiotas.
Cuando un hombre adulto, como Trump o Boris Johnson o Abascal u Ortega Smith o Le Pen (porque también hay mujeres), dice cosas racistas, machistas, homófobas, idiotas o tan simplistas que dan vergüenza ajena no está jugando a hacerse el provocador, el idiota o el gracioso. Piensa y cree cada una de ellas con un fervor tan intenso que debe darnos miedo. Un hombre adulto asquerosamente machista, racista, homófobo y maleducado es un peligro y todo lo que haga siempre es preocupante, muy preocupante. Si a un hombre adulto machista, racista, homófobo le das un palo te pegará con él en la cabeza, si le das un micrófono gritará todas sus peligrosas opiniones y sus mentiras hasta quedarse afónico y si le das el poder, el que sea, lo usará mal y de manera peligrosa. Darle un palo, un micrófono o el poder a un hombre machista, racista, homófobo y maleducado no va a moldearle, ni a suavizarle ni a hacerle ver lo equivocado que está. Las instituciones no van a controlar a un hombre así porque para que las instituciones puedan controlarte tienes que conocerlas y respetarlas. Las instituciones: el Parlamento, el Congreso, el Ayuntamiento, la Casa Blanca, no son superhéroes con capa que pueden llegar y charlar con el villano para hacerle entender que va por mal camino y si no lo entiende darle una leche o acabar con él. Las instituciones, esa palabra que no quiere decir nada, son en realidad normas y controles que hemos puesto en marcha para convivir, para organizarnos, para equilibrar. El hombre racista, machista, homófobo y maleducado no conoce esas normas, le dan exactamente igual porque no van con él y si le damos acceso a ellas no va a apreciarlas ni valorarlas. LE DAN EXACTAMENTE IGUAL. Él ha venido aquí, le hemos dejado venir, a jugar a destruirlo todo porque él además de racista, machista, homófobo y maleducado tiene un ego del tamaño del Titanic. Las normas, las reglas y la educación son para los demás, él es auténtico y a él eso no le incumbe.
A veces te tiras a la piscina y descubres que el agua no está tan fría como creías, que no era para tanto. Pero cuando le das el poder a un hombre racista, machista, homófobo y maleducado siempre va a ser para tanto, siempre va a ser para más, siempre será muchísimo peor de lo que hubieras podido imaginar. Y no, no está jugando a provocar, para provocar se dice "A que no me coges" o "no hay huevos", pero no se incita al odio, se acaba con las relaciones diplomáticas, se insulta o se gritan consignas racistas, machistas y homófobas. Eso se dice para acojonar y porque se cree con firmeza.
Así que sí, hay que temer lo peor porque sí son para tanto. Para mucho más de lo que podamos imaginar. Ya está bien de templar gaitas.