Si tu criada lo entiende es que lo has hecho mal
Uno de los detalles que más me interesa de la sociedad actual es la facilidad con la que manejamos conceptos sin tener la más remota idea de lo que significan. Esto no se aplica al ámbito de la ciencia pura, sino que se extiende a cualquier ámbito de la sociedad y el conocimiento, llevando a un campechanismo cognitivo que no suele traer nada bueno.
Cuantas veces he tenido que oír que el presupuesto es demasiado caro, que tiene un amigo que se lo hace diez veces más barato y que para hacer cuatro consultas en una base de datos no hace falta tanta tontería, o que la estrategia de marketing es una locura porque total, si darse de alta en las redes sociales es muy fácil y el SEO es poner palabras importantes muchas veces en la web.
Cuando banalizamos el conocimiento también eliminamos el coste de adquirirlo y por tanto el coste de ofrecerlo. Si tengo que estudiar durante tres años estadística, otros tantos marketing, un par de tecnología y algo de psicología y sociología para ser capaz de ofrecer mi portfolio, no creo que por leer cuatro blogs alguien sea capaz de realizar las mismas funciones que yo. No digo que no sea posible, pero es estadísticamente poco probable.
Hemos de intentar no solo recuperar el valor del esfuerzo en adquirir experiencia, sino además ser capaces de entender que aunque pongamos una capa de usabilidad en todos los productos, la tecnología móvil, por poner un ejemplo, necesitas tener un hardware, un software, tener una red, unas torres, unos canales habilitados, verificar, un continuo de tecnología que tiene un coste extraordinario y que viene de acumular mucha ciencia. Es irritante ver a la gente quejarse por no tener internet en el avión o no tener 4G en medio de los Monegros. Seamos conscientes de que puede hacer la tecnología, que costes tiene y si realmente el retorno de la inversión es rentable.
Por eso, cuando nos llegue presupuesto, veo lógico que miremos el precio, pero también miremos que nos están ofreciendo, cuanto tiempo y dinero necesitaríamos para obtener esos mismos conocimientos, y que ocurre si optamos por ir al hijo del vecino para que nos los haga, acabe haciendo una chapuza y tengamos que recurrir a un profesional.
Estoy a favor de la libertad del conocimiento entendido que todos puedan acceder a él, pero asumiendo que todos realizan el esfuerzo por comprenderlo y no solamente quedarse con las palabras. De lo contrario, puede que acabemos como Kant, que cuando escribía una obra se la daba a leer a su asistenta y si era capaz de entender lo que decía, la reescribía de nuevo porque prefería que le leyeran personas que fueran conscientes del esfuerzo que había realizado antes que ser popular.
Película: Das Cabinet des Dr. Caligari
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