Si Wert fuera Wert sería tertuliano. Y Wert es Wert y también el máximo responsable de Educación, Cultura y Deporte, aunque solo parezca que lo es de este último y que el suyo sea la provocación. La última, el decreto sobre becas que establece la nota de corte para poder optar a una en una nota del 6,5. Quien no llegue, añade el ministro, debería replantearse si esa es su carrera o irse “a otro sitio”. José Ignacio Wert ha venido utilizando elministerio como un púlpito o un plató de televisión de telebasura desde el que arengar y darse de bofetadas con el sentido común hasta dejarlo KO. Porque Wert fue nombrado a dedo, como todos los ministros, pero a él se le concedió un ministerio sagrado, el de Educación, el de Cultura, dos materias en las que el titular de la cartera no llega ni de lejos a la nota del 6,5 que él mismo se ha sacado de la manga para separar la igualdad de oportunidades del oportunismo.
También olvida Wert que la nota es solo eso: una nota en el texto principal de la vida, un número. Luego está el esfuerzo, la vocación, la intuición, la capacidad de trabajo, la mano izquierda, el compromiso, el tacto, las ganas, el tesón, la fuerza de querer seguir aprendiendo más allá de la clase magistral, aprendiendo cada día. Wert olvida muchas cosas. Quizás nunca las supo. La soberbia es el peor enemigo de la capacidad de aprender.