Los últimos días en Camboya los pasamos en Siem Reap, visitando Templos en la Jungla y degustando la Gastronomía Jemer. Probablemente uno de los lugares más bonitos de todo el país, y junto con la Bahía de Halong, uno de los que más nos ha impactado en este viaje. Basta con alejarse escasos kilómetros del centro de la ciudad para adentrarse en complejos de templos de tamaños descomunales, la mayoría construidos con piedra arenisca, que si han sobrevivido cientos de años, en su mayoría se lo deben a la jungla que les protege y que en muchas ocasiones los ha mantenido ocultos.
Angkor Thom, que significa gran ciudad jemer, es realmente espectacular. Con cinco entradas todas decoradas con cuatro gigantescas caras de piedra y una de ellas, la puerta sur flanqueada por una hilera de Dioses y otra hilera de Demonios, nos avisa del maravilloso complejo que vamos a encontrar en su interior.
Dentro encontraremos el Templo Bayón, grandioso y en cuyas paredes todavía podemos contemplar fantásticos grabados que representan tanto escenas de la vida cotidiana como alguna batalla.
En esta época del año, las piedras lucen un color oscuro, en los meses más húmedos y lluviosos quedan cubiertas de musgo.
Podríamos pasar todo el día templo pero queda mucho por visitar. A menos de 1 km de esta ciudad se encuentra el Ta Prohm. La visita de este templo resulta algo misteriosa por que impacta como la naturaleza se ha apoderado del templo.
Resulta muy curioso como la vegetación, los árboles de algodón de seda, se han adueñado de este templo y lo atrapan con sus ramas y sus raíces, como protegiéndolo de nosotros. No es de extrañar que uno de los últimos templos que se descubrió al estar completamente camuflado por enormes árboles.
En este templo se inspiraron para los escenarios de la película Tomb Raider, protagonizada por Angelina Jolie, incluso alguna de las escenas fue rodada allí.
Pasamos un buen rato paseando por el templo, entrando y saliendo por las puertas que todavía quedan en pie y asombrándonos una y otra vez de cómo las ramas y las raíces, como si fueran tentáculos de un gran pulpo, atrapan partes del templo. Por momentos parece que nos vayamos a encontrar con Lara Croft en una de sus aventuras. Es casi mediodía, con el mismo calor que días anteriores y la misma sensación de humedad. necesitamos un respiro y descansar un poco.
En medio de una plantación de frutas exóticas, se alza una especie de palafito de madera al que accedemos por unas escalera. En la entrada, nos reciben unas chicas con el traje típico. Hoy probaremos la gastronomía jemer.
No sé si es porque a mi me gusta la comida oriental, pero todo me está rico. Tras un buen rato de sobremesa, risas, conversaciones y un café, nos despedimos para dirigirnos al Angkor Wat, el emblema nacional de Camboya
Aunque la tarde va cayendo, hace calor y avanzamos despacio entre los árboles del camino que nos conduce al mayor monumento religioso del mundo, eso es lo que quiere decir Angkor Wat.
Recorremos el templo con calma. De vez en cuando descansamos sobre alguna de las grandes piedras, mientras, seguimos observando. A veces, cuando contemplo estas construcciones que perduran a lo largo de los siglos, no puedo evitar compararlas con alguna construcción actual mucho más efímera a pesar de los medios y técnicas empleados. A veces me pregunto si hemos avanzado en algunos aspectos. A veces ... pienso que no.
El sol comienza a caer, es el momento de salir del recinto del templo para contemplarlo en su totalidad. Lo hacemos por la puerta oeste, opuesta a por la que habíamos entrado. Atravesamos el ancho foso que lo rodea y que simboliza los límites del mundo y del oceáno, y al darnos la vuelta es cuando nuestros rostros se convierten en toda una exclamación: ¡Qué maravilla!
El templo luce dorado gracias a los rayos de sol de última hora de la tarde. A la vez, las cinco torres de de Angkor Wat levantadas en tres nivele, se reflejan en el agua tranquila, produciendo un efecto de simetría precioso.
Pasamos un buen rato contemplándolo, haciendo fotos, mientras, algún pequeño nos interrumpe: "Ten for One Dollar", es el mantra que repiten una y otra vez intentando vendernos unas postales, un imán o un abanico.
Después, salimos poco a poco del recinto del templo por un paso elevado, de vez en cuando me doy la vuelta para capturar la que será mi última imagen de él, tal vez la penúltima, por que no puedo evitar volverme a girar.
Es nuestra última tarde en Camboya y me cuesta creerlo. La mañana siguiente la dedicamos a visitar alguno de los templos menos turísticos, son más pequeños pero igual de bellos.
Comenzamos por Banteay Srei, que quiere decir "ciudad de las mujeres", ya que fue hecho por ellas y está dedicado al dios Shiva.
Construido en piedra arenisca rosácea tiene unas tallas en piedra preciosas y bien conservadas.
Otro de los templos es Bakong, uno de los templos montaña de Camboya. Representa al Monte Meru un lugar sagrado y situado en el centro del mundo.
Alrededor de su estructura central se situan las distintas paredes del recinto y los fosos que simbolizan las montañas y las aguas que rodean el Monte Meru.
Un magnífico broche final para tan estupendo viaje. Pasará mucho tiempo hasta que lo vivido en estos días deje de rondar en mi cabeza.
Good bye Camboya!
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