Vale que el año acaba (prácticamente) de empezar, pero es que de las últimas vacaciones ya ni te acuerdas. Y no, no nos referimos a esos cuatro días tontos de Navidad ni a ese día libre que te pediste en octubre para acompañar a tu madre al médico. No, nos referimos a VACACIONES de verdad, así con mayúsculas. Vacaciones de esas en las que mayor preocupación es si la siesta te la hechas a las cuatro o a las cinco, si vas al cine o te quedas en casa leyendo, si vino o cerveza, si playa o montaña, si… Ya nos entiendes, ¿verdad?
Necesitas vacaciones urgentemente si:
1. Todo te parece mal
Si ante cualquier cuestión en el trabajo, lo primero que pasa por tu cabeza es un resoplido furibundo. A veces, puede que incluso salga de tu cabeza y resoples de forma bien sonora.
Estás cansado y todo te molesta: los ruidos, los comentarios y las risas de tus compañeros te sacan de quicio. El timbre del teléfono cuando te llaman, el olor recalentado que sale del tupper que te llevas a la oficina, etc. Todo te saca de quicio y saltas a la mínima.
Para más inri, parece que todo te sale mal y que nadie hace su trabajo como Dios manda en este mundo. ¿Estás a punto de golpear a algo o a alguien?
Echa el freno y ve pensando en pedir unos días con la mayor brevedad posible. Tanto tú como tus compañeros (y puede que tu jefe) lo agradeceréis.
2. Todo te cuesta diez veces más
Desde levantarte de la cama y ducharte hasta prepararte la cena cuando llegas a casa, pasando, por supuesto, por poner un pie delante del otro para conquistar los pocos metros que hay entre la parada del bus y tu oficina.
Ni hablemos ya de encender el ordenador y leer el correo electrónico o terminar de redactar ese informe al que llevas dándole vueltas semanas.
Tu cuerpo y tu cerebro te lo están dejando bastante claro: de donde no hay, no se puede sacar.
¡Pide vacaciones!
3. No te concentras ni a la de tres
Si te distraes cada dos minutos, si sientes la necesidad de mirar el reloj cada cinco y te tienes que levantar de la silla cada diez… Necesitas vacaciones urgentes para desconectar y recargar pilas.
4. Estás volviendo a hacer de las tuyas
Llevabas ya bastante tiempo comiendo sano y haciendo ejercicio de forma más o menos regular. Pero últimamente comes mucho, a deshoras, y mal. Cuando llegas a casa, te sientas en el sofá y solo te levantas para ir a la nevera. Y así cada día.
Estás saturado y falto de concentración, así que picar mientras trabajas parece una buena opción. Y lo sería si te movieras un poco después de la jornada, pero estás tan cansado física y mentalmente que sería todo un milagro que te calzaras las zapatillas de deporte.
Si todo esto te suena, ya sabes lo que tienes que hacer. Coge el calendario y busca fechas para hacer las maletas y regalarte una escapadita.
5. Te duele casi hasta respirar
El estrés, además de problemas psicológicos, también genera una tremenda tensión muscular que en la mayoría de los casos se da en forma de dolor cervical, lumbar y migrañas contundentes.
¡Necesitas un descanso! Y puede que un masaje también.
6. No das una
Te gusta tu trabajo y eres un hacha en lo tuyo. Pero llevas ya unas semanas en las que no das ni una, no se te ocurre ni una sola idea interesante y parece que hasta los novatos que adelantan por la derecha.
Esta es una señal inequívoca de que tu cerebro y tú os sentís agotados y ya no dais más de sí.
7. Pagarías por dormir tres horas seguidas
Ya hemos mencionado que el estrés pasa factura a nivel físico y emocional. Pero es que esto, a su vez, puede causar estragos en tu descanso. Cuando los niveles de estrés son muy altos, las cosas se ponen difíciles a la hora de conciliar un sueño reparador.
Si sientes que últimamente duermes poco y mal, de nuevo deberías ir pensando en pedir un par de días para relajarte y cambiar tu rutina.
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