Me encantan los gatos. Siempre han sido uno de mis animales favoritos, con esa aura de misterio que siempre parece rodearles. En Siete vidas: Este gato es un peligro Barry Sonnenfeld, director norteamericano de títulos tan familiares como La familia Addams, Wild Wild West o Men in Black, decide embarcarse de nuevo en una aventura hecha para y por los niños con un gato que intercambia su cuerpo con el de un famoso magnate de los negocios con el rostro de Kevin Spacey. Este film francés con director y reparto norteamericano vuelve a jugar en la liga de aquellas comedias ochenteras y noventeras en las que un humano mágicamente abandonaba su cuerpo y su ser pasaba al de un animal. Esta vez no se trata de un perro, como antes era costumbre, ahora un gato de pelo largo pensará y actuará como él. La idea es que con esta forma logre conocer los sentimientos de aquellos que estaban antes a su lado.
De nuevo Christopher Walken interpreta a un extraño dependiente, como en Click que pretende dar una lección a un padre que se ha alejado de su familia. El trabajo ha hecho que se separe y distancie de su bella mujer e hijos y tiene poco tiempo para reaccionar o lo perderá todo, incluida su empresa. Se agradece que no se imite algunos tics del pasado, como ver a animales que hablan con abuso de los efectos por ordenador, oyendo ahora solo los pensamientos del hombre. Sin embargo no todo podía ser bueno. Cuando el gracioso animal decide ponerse manos a la obra trasteando y cometiendo todo tipo de travesuras es el turno de los efectos especiales con saltos imposibles y piruetas o caídas nada realistas.
Intentando sacar una sonrisa a los más pequeños de la casa se han olvidado de los mayores que los acompañan. Siete vidas, este gato es un peligro está dirigida a la familia pero solo los niños más pequeños caerán en la trampa. Los demás se darán cuenta de que le falta sustancia con un guion pobre y soso al que le falta de todo y le sobran gracias más que tópicas como orinarse en un bolso, romper todo tipo de objetos o volar por los aires con una mueca fantástica.
En Siete vidas: Este gato es un peligro tenemos un film con moraleja y con enseñanza que intenta convencernos por todos los medios de que la familia está por encima de todo. No hay nada que pueda hacerle sombra. Para poder conseguir mantenerla es necesario luchar cada día por ella y estar siempre ahí. Es mentira que el dinero puede comprar el amor o la compañía. Esta es la lección que debe aprender Tom Brand al lado de su hija, luchando junto a su hijo y acompañando a todas partes a su mujer. Este mister Scrooge moderno que vive la vida al límite saltando en paracaídas un día sí y otro también no recibe a tres fantasmas o a un ángel conduciendo un cochazo como el bueno de Nicolas Cage en Family man, sino a un pesado tendero que le recuerda que debe cambiar su vida cuanto antes ya que de lo contrario acabará sus días muy solo.
No me parece buena señal que tan solo sea un baile y una canción sobre tres gatos lo que recuerde de esta película. Dice mucho de lo poco que me interesó. Prefiero oír los maullidos de mis gatos y verles correr y saltar de una manera más real sabiendo que lo más extraño que les he visto hacer es mirar hacía un punto fijo sin que allí hubiera nada visible al ojo humano. Por ahora la realidad me gusta más que la ciencia-ficción cuando se habla de felinos ¡Los míos no beben whisky!
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