Está histórica reunión simboliza el fin de la 'Guerra Fría'. /Abc
Este hecho constituye un avance crucial aunque tan sólo se trata de un primer paso. Según el reputado ex corresponsal de guerra y actual eurodiputado Javier Nart, el conflicto armado no es más que una derrota sin paliativos del Ser Humano, no hay ningún honor en ella. Estas conclusiones y algunas otras se recogen en su libro: “¡Sálvese quien pueda!”. En una ocasión un piloto de aviación le confesó: “La guerra es un crimen donde jóvenes que no se conocen y no se odian se matan, bajo las órdenes de viejos que se conocen se odian, y no se matan”. Esta frase ilustra a la perfección la sinrazón y las penurias de una contienda, que cercena muchas vidas, sobre todo las más jóvenes.
Queda mucho por recorrer, pero el futuro se debería construir y asentar sobre la base sólida del multilateralismo nacido con el fin de la Guerra Fría. Un nuevo orden mundial basado en el liderazgo compartido. Agustín Toro Dávila de la Universidad de Chile, ya auguraba en 1993 que “la capacidad político-estratégica de dominio del espacio ultraterrestre por sólo una superpotencia deja a las naciones del mundo, y especialmente a las del Tercer Mundo, en una desmedrada situación al poder ser controladas, cuando sus intereses se vean amenazados”.
No obstante el discurso de la cooperación internacional no ha calado en todo el mundo. Persisten en la actualidad, toda una serie de enfrentamientos que amenazan con dinamitar el proceso. Buena prueba de ello son los conflictos vigentes: desde la guerra de Ucrania, pasando por las interminables disputas de Oriente Medio, la tensión por el dominio del Mar Amarillo… A todo esto debemos sumar la inminente contienda por los recursos, como se refleja en el documental ‘El Oro Azul’, que pasará de ser por el petróleo a ser por el agua. Esto se puso de manifiesto con la invasión de los Altos del Golán por parte de Israel, para hacerse con los recursos hidrográficos de la zona. Lo cierto es que vivimos en un mundo en el que la gestión de los recursos naturales se antoja vital para el devenir del planeta.
Una niña siria levanta las manos al confundir una cámara con un arma. /Nadia Abu Shaban
Frente a esta serie de amenazas, la Comunidad Internacional debe hacer prevalecer algunas estrategias mencionadas anteriormente. Por un lado el ‘soft power’, manifestado a través de eventos deportivos de escala global como las Olimpiadas o los Mundiales. En las últimas ediciones olímpicas se ha constatado la estrecha disputa entre China y EE UU por el primer puesto del medallero. Además ciertas naciones del Golfo Pérsico mantienen una encarnizada lucha por albergar este tipo de acontecimientos. Un ejemplo paradigmático es el mundial de balonmano del presente año 2015 o el polémico mundial de fútbol de 2022 adjudicado a Qatar. Por otro lado, está el desarrollo sostenible, que se promueve desde instituciones como Naciones Unidas a través del despliegue de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Son 17 objetivos entre los que se encuentran: la erradicación del hambre y la pobreza, el derecho a la educación y la sanidad, la igualdad de género, el derecho al trabajo, medidas contra el Cambio Climático… Este último proceso está acelerando el deshielo de los polos, generando así una nueva pelea entre potencias por hacerse con el ‘nuevo territorio’ así como la desertización del ecuador de la tierra dando lugar a procesos migratorios masivos. A pesar de todo ello y de lo utópicos que puedan parecer los objetivos, se ha avanzado mucho durante estos últimos años y continuarán mejorando mientras el compromiso de la ONU siga vigente.
Obviamente a pesar de todo lo expuesto anteriormente, las rencillas regionales y nacionales persistirán sin lugar a dudas, no obstante hay unos argumentos sólidos para creer que el futuro pasa por la cooperación.