Revista América Latina
La fiesta del Año Nuevo que celebramos, con diversos grados de alegría, unos por el futuro cercano y sentimientos de decepción otros, por lo que vendrá, es parte de la influencia de Occidente europeo de nuestra cultura arcaica u originaria que procede del akitu babilónico.Sus ritos y significados han logrado trascender inalterables hasta los pueblos del Perú y América Latina, a partir de la conquista española.Como afirma Robert Volmat en su artículo ‘Las interpretaciones psicológicas’, contenido en el libro de Ernesto de Martino Magia y civilización, el Año Nuevo babilónico (akitu) se encuadra en un horizonte cuyas figuras pertenecen a una determinada tradición mítica.Según esa tradición milenaria, el tiempo del año saliente es suprimido ritualmente, y de modo simbólico el orden social y natural queda reabsorbido en el Caos primordial. La entronización de un rey carnavalesco, la humillación del verdadero soberano, el derrocamiento de las jerarquías sociales constituyen algunos de los comportamientos simbólicos de la fiesta.Volmat señala que, a la simbólica regresión al caos primordial, sigue la repetición del acto cosmogónico, que tuvo lugar in illo tempore (en aquel tiempo), y que cada año es reactualizado ritualmente.La comunidad, apunta, participa en esa regresión a los orígenes y en esa nueva creación. Un momento del ciclo festivo se dedica a la predeterminación de los destinos del nuevo año, mientras que la “hierogamia” ritual subraya simbólicamente el renacimiento del mundo y del hombre.El espíritu de esta fiesta nos lleva implícitamente a desearnos un feliz Año Nuevo, a esperar que fuerzas fuera de nuestro control nos hagan disfrutar de goces y satisfacciones no logradas por nosotros durante el año terminado.Este sentimiento hace que muchos de nosotros continuemos con nuestra rutina de vida con la esperanza secreta de que alguien, a quien no conocemos, o algún suceso extraordinario modifique esta rutina por algo totalmente diferente.Otros, desde igual perspectiva, ponen sus proyectos o propuestas de índole sentimental, familiar o laboral a lo que el destino les depare.Este fenómeno que, en la práctica, se constituye en una suerte de huelga social, bloquea nuestra participación activa en la transformación del mundo en uno con mejores condiciones de buen vivir para todos y para todas, así como en la formación de hombres y de mujeres con un alto sentido ético.Desearnos un feliz Año Nuevo tiene que significar, en el contexto actual en el que vivimos y proyectamos nuestra existencia (cuando lo hacemos), un gesto de compromiso con los nuestros, y cuando hablamos de ellos no solamente me refiero a nuestros familiares directos, sino también a nuestros compatriotas más necesitados. (Ricardo Verástegui López. Periodista)