Desde Texas, cerca de Corpus Christi(Estados Unidos) mi amiga Pat Pulliam me envía su testimonio, publicado en español en un periódico de Texas el pasado 18 de febrero.
"Durante la Cuaresma de 2010, tuve una oportunidad de asistir a un retiro de sanación de post aborto en Rachel’s Vineyard. Un equipo de mujeres cariñosas y compasivas me llevaron a mí y a varias otras mujeres en una jornada increíble de sanación y reconciliación de 3 días.
Juntas compartimos nuestras historias y reclamamos a nuestros bebés.
Lamentamos juntas, algunas por primera vez, por nuestros niños perdidos. Los nombramos y simbólicamente los abrazamos una noche.
En una hermosa ceremonia, los bautizamos y luego los devolvimos a Dios. La sanación después de un aborto es un camino largo. Un retiro de fin de semana en Rachel’s Vineyard provee una oportunidad para cualquier persona que ha sufrido el dolor emocional y espiritual de un aborto. El retiro implica un proceso muy específico diseñado a ayudar a los participantes experimentar la misericordia y la compasión de Dios. También es una oportunidad para soltar y dejar ir los sentimientos reprimidos de ira, vergüenza, culpabilidad, y dolor.
El aborto no es un acto solitario. Cuando yo elegí el aborto en 1974, yo también elegí herir a toda mi familia. En un arrebato de depresión, me esterilicé. Alguna vez alguien dijo que no se puede destruir al niño sin destruir a la madre. Estaba convencida que lo que yo había hecho no tenía perdón de Dios. Creí que no tenía el derecho de lamentar porque yo había elegido voluntariamente terminar la vida de alguien que era parte de mí.
Cuando nuestra hija estaba en su último año de preparatoria, ella quedó embarazada. Su papa y yo ofrecimos ayudarla; podríamos ayudarla dando al niño para adopción o ayudarla criando a su bebé para que pudiera ir a la universidad. La única opción que no se discutía era el aborto. Le confesé a ella que yo había matado a su hermano o hermana y que yo no quería que ella sufriera como yo. No la pude cambiar de opinión.
La noche antes de su aborto, le rogué a Dios por perdón por primera vez por mi aborto. Oré esa noche por mi bebé y el nieto que nunca vería. Cuando le practicaron el aborto, Dios puso su mano cariñosa sobre mi hija y su bebé. Cuando la persona que estaba encargada del aborto insertó su herramienta de matanza dentro de la matriz de mi hija, nuestro amoroso Dios Padre le impidió que tocara al bebé. El milagro no fue descubierto hasta un mes después cuando mi hija se dio cuenta que todavía seguía embarazada.
Hicimos un ultrasonido para ver en que condición estaba el bebé. “Escuché el latido de su corazón, mamá. El niño aun vive,” mi hija me dijo en voz baja entre sollozos. Podía sentir la presencia de nuestro Señor en el cuarto. El día que mi nieta nació, miramos a una niña que habíamos pensado había muerto. Nuestra alegría estaba completa. Jesús empezó a derramar torrentes de gracia en mi alma y en oración empecé a comprender El quería sanarme de mi dolor por mi aborto.
En los años siguientes, traté de ser un instrumento digno en Sus manos. Empecé a trabajar como voluntaria en un centro de embarazo Birthright. Me volví más activa en el movimiento de pro-vida. Ahora sirvo como Coordinadora Regional del Sur de Texas para “Campaña de Conocimiento No más silencio". Esta es una campaña que se esfuerza para educar al público que el aborto es dañino emocionalmente, físicamente, y espiritualmente para mujeres, hombres, y familias. La campaña se extiende a aquellos que han sido heridos por el aborto motivándoles a que asistan a programas de ayuda después del aborto".
Sólo me queda agradecer a Pat su testimonio, su coraje y pedir oraciones para la actividad que ha emprendido.