Una comunicación efectiva, tras un conflicto requiere pautas muy sencillas pero que sólo fluyen desde un estado de ánimo sereno y con ganas de construir:
Pedir al niño que
describa lo ocurrido y escuchar sin corregirle, sin juzgarle.Si no es capaz de hacerlo (por edad, por falta de recursos lingüisticos, etc), ayudarle a la reconstrucción de lo que ocurrió, tratando de bajar el lenguaje de forma que nos podamos entender.
Que intente identificar la emoción que le llevó a hacerlo y la que sintió después de haberlo hecho: “me enfadé tanto con mi hermano que le di con la caja”.
Reconocer la emoción y darle importancia. No queremos inhibir el sentir, sino enseñarles a identificar sus emociones para poderlas manejar. No está mal sentir cualquier cosa, es parte de la naturaleza humana y juzgarlas como malas o buenas invita a la culpa e impide su canalización.
Explicarle cómo nos hemos sentido nosotros frente a su mal comportamiento, con palabras certeras, llamando a cada emoción por su nombre: frustrado, enfadado, triste… Desde el “yo me he sentido”, jamás utilizaremos “me has hecho sentir”. Debes hacerte cargo de tus emociones, son tuyas, no suyas. Bastante tiene él o ella con empezar a conocerlas como para además ocuparse de las tuyas. Se supone que eres el que tiene la mayor cantidad de información.
Ayudarle a empatizar, buscando ejemplos muy cercanos, cotidianos, que le conecten con una emoción parecida. Sirven las pelis, los dibujos animados, los cuentos, algún incidente en clase… Recordemos que para educar necesitamos altas dosis de creatividad.Algunas veces, tal vez más de las que nos damos cuenta, el conflicto se puede evitar. Ello implica estar presente, estar atento, y ser capaz de adelantarse a la situación. Y aquí quiero hacer una aclaración : la profecía autocumplida. Prevenir un conflicto no significa decir “cuidado porque se te va a caer el agua”, porque hay muchas más posibilidades de que se caiga después de haberlo advertido. La profecía autocumplida es una predicción que, una vez hecha, es en sí misma la causa de que se haga realidad.La prevención en este caso es evitar la situación que hará más que posible que “se le caiga el agua”: acción, no reacción.Otra cosa a tener en cuenta cuando educamos es saber que nuestro cerebro tiene serias dificultades para procesar el “No”. Por tanto, tengo muchas más opciones de ser escuchado cuando enuncio frases en positivo que en negativo: “no debes pegar a tu hermano” es mucho menos eficaz que “me gustaría que cuidaras a tu hermano un poco más”… hay mil ejemplos.
Tener conciencia de que costará una y mil veces aprenderlo, de que parecerá que no ha servido de nada. Estamos sembrando, compañeros, estamos sembrando. Grandes dosis de paciencia, dije al principio. También para no caer en la inmediatez de algo tan difícil. Reconoceremos cada éxito, pero también ( o más) cada intento. Y, si es posible, haremos una “marcha atrás” donde le damos al botón que vuelve a empezar para darles la oportunidad de hacerlo de otra manera, con la nueva, con la recién aprendida.
El sentido el humor es un maravilloso comodín a la hora de educar. La risa desbloquea y sustituye el cortisol por endorfinas, creando un cerebro abonado para el aprendizaje, el que perdura. Solo aprendemos aquello que está asociado a una emoción. Entonces, tratemos de hacerlo en positivo.
Confía, confía, confía… si mandas el mensaje emocional de que no crees que será capaz de cambiar, de hacerlo mejor, no lo hará. Y lo peor, esa sensación le acompañará el resto de su vida. Te necesita para construirse. CONFIA, con el corazón, con honestidad. Tiene todo el potencial para hacerlo, sólo necesita tu mirada positiva.
Recuerda lo hablado o vuelve a hablarlo las veces que hagan falta, cada vez que lo necesite. Sin caer en el hastío, en el “ya te lo he dicho” o peor, en el “te lo dije”.
Es esencial también tomar conciencia de que esto es una carrera de fondo, de que somos padres y educadores 24 horas al dia 7 días a la semana y que nadie hemos aprendido en un solo ensayo. Que es más fácil enseñar a leer o a hacer un logaritmo que enseñar comunicación emocional, estrategias de aprendizaje vital, recursos para preservar y construir su autoestima, poner los andamiajes del adulto feliz y pleno que pretendemos sea algún día.
Por eso, como madre, como educadora, como psicóloga y como persona deshecho el castigo, porque aunque pueda crear la ilusión óptica y superficial que hemos conseguido cambiar una conducta, puedo certificar que lo que habremos cambiado será una sóla manifestación de una falta de recursos emocionales y de la natural falta de información sobre como vivir, que tiene cualquier niño. No debemos nunca olvidar que están aprendiendo cómo vivir y construyéndo como ser, sin apenas recursos, inundados de estímulos y de emociones intensas.
Afirmo, sin embargo, que el castigo cambiará algo. Y lo cambiará de forma irreversible: la calidad del vínculo hacia sí mismo y hacia nosotros. Pero no le enseñará lo que verdaderamente necesita para que cambie y tenga una conducta más constructiva.El castigo le enseñará a ser como los demas esperan que sea. Le educación emocional le enseñara a ser quien quiera ser, en libertad, sin depender de los otros en su trayecto personal y vital.