Revista América Latina

Silvana Tello, la artista electromagnética

Publicado el 04 diciembre 2017 por Apgrafic
Silvana Tello, la artista electromagnéticaSilvana Tello tocando el theremín en un concierto. | © Mirella Giraldo

Semblanza escrita por Schereiber Malpartida Vargas

Frente a la puerta, una advertencia:

–¡Aquí están las putas llaves!

De algún lugar se escuchan gemidos. La casa parece extraña. En la mesa de centro, el piano de juguete, rojo rocoto, chilla al compás de los dedos. A un costado, Silvana Tello luce tan sobria como recién salida de su cama. Le pregunto por los sonidos.

–El vinilo de Oko Ono.

–En serio, no sabía que también hacía música.

–Sí, de hecho, John Lennon alguna vez mencionó que ella también compuso Imagine.

Cuando te hablan de ella parece una artista con años en el medio. Si preguntas por su nombre, las respuestas se parecen: Silvana está en todos lados, lo difícil es que tenga tiempo libre.

Ella sonríe, como un halago que la sonroja. Su tez clara trasluce gratitud con su entorno. Resume que no puede estar en un solo lado, porque le agrada el arte en general. Desde hacerlo a generar espacios para que la gente lo haga.

Un día se encontraba tocando en la calle. Un piano de juguete, rojo rocoto, que consiguió en Bellas Artes. Se le acercó un tipo y le alcanzó unas monedas. Ella lo miró sonriente y le regresó el dinero:

–Tranquilo, yo hago esto porque me gusta.

Su primer acercamiento al arte fue el teatro, con un curso dictado por Oswaldo Cattone. Tanto se apasionó, que empezó a jalar cursos en el colegio. Para remediarlo, sus padres decidieron retirarla. Para ellos significaba una oportunidad para encaminarla, para ella resultó siendo una oportunidad perdida.

Con el cabello alborotado, el pirsin en el agujero derecho de la nariz y la chompa que le queda un poco grande, Silvana saca un instrumento musical que parece de otro planeta. “Lo aprendí a tocar en un curso dictado por Veronik”. Hoy quizá sean las únicas en el Perú que pueden hacer música con ese espectro sonoro semejante a una nave marciana, llamado theremín.

Se acerca a una distancia prudente delante de él y alza las manos sin tocarlo. El sonido casi mágico envuelve desgarradoramente la casa y la hace más rara. Quizá el theremín fue creado para expresar las melodías más siniestras y sombrías del mundo. Silvana desaparece en un entorno propio, y por momentos parece atrapada en ese espacio electromagnético que genera música. Explica que la clave para que el theremín no suene es acercar la mano al instrumento. No se toca.

Silvana Tello, la artista electromagnética

Tras varias presentaciones fue creando un estilo propio que llamó la atención del grupo Cholos Viscerales, quienes la invitan para tocar con ellos en su gira. “Y hago la primera pieza musical cantada del grupo, el resto de su música es instrumental”. La artista, del instrumento que no se toca, siente pasión por escuchar en vinilo. Saca un disco azulado y cambia el de Yoko. En el disco, su voz se agita y grita una canción que cobra vida.

Sirve de tomar y habla de manera sensata, sencilla y clara, pero al mismo tiempo se muestra rebelde. Estudió Administración y Ciencias de la Comunicación, pero no los terminó. A pesar de sus padres, ella nunca dejó el arte de lado. Aprovechaba los cursos de fotografía y los talleres de teatro que estos centros universitarios le ofrecían. Al ver que no obtendría apoyo familiar se fue de casa muy joven y atravesó etapas difíciles y chocantes, ángulos de la vida que no hubiera entendido nunca si no se mudaba. No se queja. Disfruta cada instante que pasa en familia cuando los visita, tanto como el placer que le genera tener su propio espacio y hacer lo que le gusta.

A sus 26 años, Silvana Tello goza enseñando arte y fotografía en el instituto Edith Sachs y tocando el theremín en sus presentaciones. Aún joven cree que nunca es demasiado tarde, ni demasiado temprano para dedicarse al arte. Libre de tabúes o barreras. Le encanta hacer música con todo, desde el sonido de la calle Abancay en pleno tráfico hasta el ringtone del Nokia cuando suena el celular. Nunca se pone límites a la hora de crear.

Antes de salir de la casa de Silvana, de nuevo la advertencia:

–¡Aquí están las putas llaves!

Sin llaves.

En la calle se oyen las olas, los pasos, la gente, el tráfico… la vida. Su casa parece tan normal ahora y la gente rara. 


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