Durante una década maravilló al mundo con su fútbol de genio. Después, hastiado de la dinámica del profesionalismo, decidió retirarse, jugar para equipos amateurs y disfrutar al límite de los placeres de la vida. El alcohol ahogó el mayor talento futbolístico surgido jamás en las islas británicas. Polémico, talentoso, rebelde, auténtico, golfo… Así era George; simply the Best.
Toda una vida resumida en sus frases. Porque hasta para eso George Best era un genio. “A lo largo de mi vida gasté mucho dinero en alcohol, mujeres y coches. El resto simplemente lo malgasté”, dijo en una ocasión. Así era él: sincero, despreocupado, extravagante... un vividor. Sin embargo, su talento en un campo de fútbol era inmenso, comparable tan sólo al de los mejores de la historia (Maradona, Pelé, Cruyff..) Las diabluras que hizo con el balón, cosido a sus botas, todavía levantan comentarios de admiración. “George Best fue único”, dijo de él Sir Alex Ferguson. Su vida también. Ofreció al mundo seis temporadas mágicas, y después su estrella se apagó ahogada por los excesos. Entre 1964 y 1970 maravilló al planeta fútbol. No había nadie como él; no habrá nadie como él. En esos años ganó dos ligas inglesas (1965 y 1967), una Copa de Europa (1968), el Balón de Oro (1968) y un Balón de Bronce (1970). En esos años marcó 115 goles en 290 partidos y dejó para el recuerdo innumerables muestras de su talento.Una noche en Lisboa, en 1966, se encargó de destrozar al Benfica de Eusebio (1-5). Al día siguiente la prensa portuguesa, rendida ante semejante exhibición, le puso el apodo que le acompañaría el resto de su vida: “El quinto Beatle”. También inolvidable fue su partido contra la selección de Escocia, en octubre de 1967, tras el cual el público le bautizó como “el mejor” (the best). Y aquella ocasión en que hizo sonrojar al veterano portero Gordon Banks en un Inglaterra-Irlanda, quitándole con picardía el balón cuando iba a sacar de puerta, para marcar con la cabeza (aunque finalmente el gol no valió). Fue el primer icono pop del fútbol moderno, tan estrella fuera como dentro de los campos de juego. Y entonces, a la vez que menguaba el Best futbolista, iba creciendo el Best personaje, el Best caricatura, el Best de los excesos. Como aquella ocasión en que, según recordaría después el botones de uno de los hoteles más exclusivos de Nueva York, llegó a pedir una tras otra decenas de botellas de champán hasta gastar las 20.000 libras que se esparcían por la cama de la lujosa suite en la que se divertía con una ex Miss Universo.
Sus frases célebres
“Es el mejor del mundo”, dijo de él Pelé a finales de los 60. “Si hubiera nacido feo, no habríais oído hablar de Pelé”, manifestó en una ocasión Best. Pero no nació feo, sino atractivo, simpático, juerguista y sensible en exceso a los placeres de la vida. Y terminó por perderse en el camino. Y terminó por perder lo mínimo que necesita un futbolista para jugar entre los mejores. En aquella época George Best quedaba retratado, sin ningún pudor, por sus frases, tan ingeniosas y ocurrentes como demoledoras y dramáticas. Era pura dinamita con un micrófono delante: “Dicen que me he acostado con siete Miss Universo. Es mentira, sólo han sido tres”… “En 1969 dejé las mujeres y el alcohol; fueron los peores 20 minutos de mi vida”… “He dejado de beber, pero sólo cuando duermo”… “Tenía una casa en la costa, pero para llegar a ella había que pasar por un bar. Nunca llegué a ver el mar”… “Cada vez que entro en un sitio, hay 70 personas que quieren invitarme a beber, y yo no sé decir que no”… “Nací con un gran don que a veces tiene un lado destructor. Quería superar a todo el mundo cuando jugaba y de la misma manera quería superar a todo el mundo en mis salidas nocturnas”. Todas estas frases, y algunas más, describen perfectamente al personaje. Todas ellas retratan al que pudo haber sido, de haber querido, uno de los dos o tres mejores jugadores de la historia. Best ha sido el mayor talento desperdiciado del fútbol mundial. Pero aquellos años de fútbol (sus buenos años) no se han vuelto a ver jamás. Entonces sí, era simply the best.
El primer icono pop del fútbol
George Best nace el 22 de mayo de 1946 en Belfast (Irlanda del Norte) en el seno de una familia de seis hermanos. Desde muy joven dedicó la mayor parte de su tiempo libre a los deportes, en un principio el rugby y después el fútbol. Incluso faltaría a más de una clase para dedicarle más horas a su auténtico hobbie. Su padre no quería que se dedicara a este deporte, pero como buen rebelde que era eso no hizo sino incrementar sus deseos de ser futbolista. Empezó jugando en un equipo de su ciudad, el Cregagh y muy pronto demostró ser un prodigio con el balón en los pies. Cuando Best tenía 15 años, Sir Matt Busby, el mítico entrenador del Manchester United, recibió una llamada de uno de sus ojeadores: “Acabo de encontrar un talento”; dos años después, ya estaba jugando en Primera División con los reds. Desde el mismo día de su debut, Busby se dio cuenta de que había caído un genio en sus manos. Aquel día volvió loco a su marcador, Graham Williams, experimentado central del West Bromwich Albion. Meses después volvieron a encontrarse y Williams le dijo: “¿Podrías quedarte quiero un momento para ver tu cara?”. “¿Por qué?”, le preguntó Best. “Porque hasta ahora lo único que había visto era tu culo desaparecer pegado a la banda”. Coincide en aquel Manchester con grandes jugadores como Bobby Charlton o Dennis Law. Su llegada al equipo supuso una revolución; el joven George Best tenía hambre de fútbol y mostraba una actitud intachable: “Yo podía jugar con las dos piernas, marcaba goles, muchos de ellos con la cabeza. Busby decía de mí que era el mejor en la disputa del balón –recordaría años después-. Trabajaba duro en la cancha, retrocedía a defender si hacía falta. Si perdía la pelota era un insulto personal y la quería recuperar. Sí señor, me fastidiaba mucho que me la quitaran, porque era mi pelota”. Fascina al mundo con un fútbol eléctrico, pleno de velocidad, desborde, habilidad, pegada y descaro. De apariencia frágil, tenía una excelente técnica con ambas piernas, una velocidad endiablada, un regate mágico y una gran visión de juego. Los aficionados de Old Trafford enloquecían con su juego y sus goles. “Si el futbol es un arte, entonces soy un artista”, dijo en una ocasión.
Más dura será la caída
Con los red logra en esos años un buen número de éxitos, pero fue la victoria en la Copa de Europa de 1968 (4-1 al Benfica en la final con un Best en plan estelar), lo que encumbra al chico de Belfast a la condición de gran estrella mediática. Entonces recibía cada semana miles de cartas de sus admiradoras. Pero una vez en la cima del fútbol mundial fue incapaz de asimilar el éxito y, amante en exceso de la vida nocturna, fue adentrándose por un camino de autodestrucción. A ello también contribuyó la salida del equipo ese año de Matt Busby, el veterano entrenador que había guiado con mano firme –como si de un padre se tratara- a aquel grupo de jugadores. El 7 de febrero de 1970 logra otro hito en su carrera al marcar seis goles en un partido de la liga inglesa en el que el Manchester golea 2-8 al Northampton. Pero ya por entonces llevaba un tiempo coqueteando con el alcohol y las drogas, lo que le condujo a sufrir un drástico descenso en su rendimiento deportivo. Sin haber llegado a los 25, sus mejores años como futbolista ya habían pasado. George Best estuvo en el Manchester hasta 1974, año en que decide abandonar el fútbol de élite y jugar para equipos menores e incluso amateurs. Jugaría en el Fulham F.C, en tres equipos de la liga norteamericana (en una temporada llegó a marcar 15 goles en 24 partidos), y en la liga escocesa e irlandesa, siempre en equipos de segunda fila. Aunque había perdido completamente la forma física aún ofrecía, de vez en cuando, algunos destellos de su magia. Como el impresionante tanto que marcó jugando para los San José Earthquakes en 1981, y que fue considerado el mejor gol marcado jamás en la NASL (la ya desaparecida North American Soccer League). A finales de 1982 ficha por el A.F.Bornemouth, equipo de la Tercera División inglesa, donde jugaría hasta finalizar la temporada. Entonces, con 37 años, decide retirarse del fútbol. Aún tendría un último reencuentro con el deporte que le dio la fama. Fue en noviembre de 2004, estando ya muy enfermo, cuando acepta el cargo de entrenador de las categorías inferiores del Portsmouth. Fue un cargo más simbólico que efectivo, pero de esta manera cumplió su deseo de volver a estar unido, al final de sus días, al mundo del fútbol.
Una vida a toda velocidad
El alcohol, las mujeres hermosas y la velocidad fueron una constante en su vida. Siendo joven y un triunfador todo parecía ir bien. En cuanto se alejó de la élite del deporte, su vida se convirtió en un infierno, con un intento de suicidio incluido. Pese al éxito que tuvo con las mujeres, su vida sentimental fue un gran fracaso: dos veces se casó y dos veces se divorció, recibiendo de sus esposas duras acusaciones: “Cuando está borracho George es el más deplorable, burro e ignorante pedazo de mierda que he visto”, dijo una de ellas. En 1984 fue condenado a tres meses de prisión por conducir ebrio y agredir al policía que le detuvo. Pasó las Navidades de aquel año entre rejas. Veinte años después se repitió la escena y le retiraron el carnet de conducir durante 20 meses. En septiembre de 1990 protagonizó otro desagradable incidente en un show televisivo de la BBC. Best apareció con evidentes signos de embriaguez y le espetó en directo al presentador: “Terry, I like screwing” (“Terry, me gusta follar”). Posteriormente pidió disculpas y confesó que había sido uno de los peores episodios derivados de su alcoholismo. Los últimos años de su vida fueron un calvario de hospitales y operaciones. En 2000 estuvo al borde de la muerte por los serios daños que sufría su hígado; un año después fue hospitalizado por una neumonía; en 2002 se le practicó un trasplante de hígado, y el 25 de noviembre de 2005 fallecía, sin haber cumplido los 60, como consecuencia de una hemorragia interna. Pocos días antes de fallecer, Best pidió al diario News of the World que publicara una foto suya postrado en la cama mostrando su delicado estado, acompañado del siguiente mensaje: “No muera como yo”. De este modo quiso advertir a todo el mundo de los devastadores efectos del alcoholismo. Pese a todo, al final de sus días dijo sentirse orgulloso de algunas de las cosas que había logrado: “Pelé ha dicho de mí que yo era el mejor futbolista del mundo. Ese es el mejor homenaje a mi vida”.