Revista Opinión

Sin alma que salvar ni cuerpo que encarcelar

Publicado el 19 mayo 2012 por Dean

"Si hicieras lo que realmente quieres hacer, lo que verdaderamente se ajusta a tus pensamientos y prioridades personales, actuarías de manera diferente".
Sin alma que salvar ni cuerpo que encarcelar
Las corporaciones son monstruos que buscan el mayor beneficio posible a costa de los demás; monstruos con varias cabezas, una de las cuales te dice que algo es bueno para ti, mientras que las otras cabezas lo contradicen. Empresas, compañías, comunidades empresariales y financieras, grupos de individuos que buscan unos beneficios siempre crecientes para unos pocos pero siempre en detrimento de la mayoría. Recordemos que cientos de miles de personas han perdido la vida por defender los derechos de la gente, para que luego, a golpe de bolígrafo, unos jueces entreguen esos derechos al capital y a la propiedad, en detrimento de las personas.  A las corporaciones les entregaron derechos como si fueran personas inmortales, personas especiales, unas personas que no tienen conciencia moral, diseñadas para que sólo se preocupen por sus accionistas y no del resto de las personas que se ven afectadas por ellas como la sociedad, o los empleados; como dijera el barón Thurlow: “Las corporaciones son personas sin alma que salvar, ni cuerpo que encarcelar”.
Tradicionalmente las corporaciones nos han hecho creer que producen bienes y servicios útiles para la sociedad, pero realmente son máquinas que producen innumerables efectos secundarios, unos daños colaterales y unas víctimas que en la mayoría de los casos ni se enteran de que lo son. Cuando vamos a la tienda a comprar una chaqueta de 175 euros, no nos detenemos a pensar que a la persona que la hizo le han pagado solamente 74 céntimos por tan laboriosa tarea; que era una chica menor de edad y que con su sueldo miserable tiene que mantener a sus 7 hermanos, que en su país (Bangladesh por ejemplo) viven en tan malas condiciones que lo único que tienen es su mano de obra barata y es como si estuvieran gritando al mundo: Vengan aquí, contrátennos por tan sólo 10 céntimos la hora, ya que con esos 10 céntimos podemos comprar el arroz que necesitamos para sobrevivir, por favor, vengan a rescatarnos. Cuando una de esas grandes corporaciones llega allí es recibida como un regalo del cielo, mientras que la verdad es que ha llegado para explotarles y esclavizarles.
Gracias a la magia de la investigación hoy se crean y se sintetizan nuevos compuestos químicos que se emplean casi para cualquier fin y con unos costes muy bajos, compuestos que no existían en la naturaleza y que nos hacen creer que no la dañan y que no nos dañan a nosotros, pero muy lejos de la verdad, ya que han estado destruyendo a la naturaleza y las consecuencias para los seres humanos son catastróficas, desde la producción de cáncer, las malformaciones en los recién nacidos, y enfermedades raras, hasta la muerte misma en cortos períodos de tiempo. Se nos mata lentamente y no nos enteramos o nos enteramos y no nos importa. Las corporaciones siguen utilizando de forma masiva estos productos químicos ya que son muy rentables para ellas, les proporcionan grandes beneficios económicos, y les da igual que haya daños colaterales. Luego están los daños medioambientales que algunas veces son denunciados, pero todo se resuelve con una multa y al final la corporación sigue adelante con sus fines siniestros. Y por último está el uso excesivo de los recursos que las corporaciones, en su afán de enriquecerse, consideran ilimitados, pero que ya hemos agotado casi en su totalidad. La típica compañía de nuestro tiempo se comporta como los saqueadores de antaño, es un instrumento de destrucción.

Sin alma que salvar ni cuerpo que encarcelar

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