Revista Economía
El desplome vertical de las expectativas electorales del Partido Popular (PP), señalado por las recientes encuestas publicadas por los diarios EL PAIS y EL PERIÓDICO DE CATALUNYA sumadas a la que acaba de dar a conocer el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), deja poco margen de duda sobre la dimensión del impacto que en la opinión pública está teniendo el macroescándalo de corrupción que implica al PP en su conjunto y a sus más altos dirigentes en particular. A la sociedad española le ha costado reaccionar pero finalmente parece haberlo hecho, y las consecuencias del cabreo están ya a la vista. Buenas noticias, pues.
Lo único verdaderamente lamentable de los resultados que avanzan esos sondeos es que avisan de una caída asimismo a plomo de la participación, que podría descender hasta el 50% ó el 55% del censo electoral. Es posible que cuando llegue la cita con las urnas la participación real remonte algo, pero parece que en todo caso difícilmente rebasará el 60%.
Y es que algunos expertos cifran en 1.800 millones de euros el montante del dinero robado en España por las redes de corrupción político-empresarial durante los últimos tres años. Es una cifra tan descomunal que produce estupor. Sucede que los famosos mecanismos de control -Hacienda, Banco de España, Tribunal de Cuentas, medios de comunicación etc- que en un país moderno supuestamente vigilan estas cosas han mirado sistemáticamente para otro lado, cuando no han sido cómplices activos del monumental fraude. Las implicaciones son pues amplias y capilares, en organismos públicos y desde luego en el ámbito privado empresarial y financiero, que en definitiva es donde anidan los corruptores.
Porque desengañémonos, sin corruptores no hay corrupción. Y corruptores no son evidentemente los políticos, periodistas, servidores públicos y resto de untados, sino aquellos que en beneficio propio ponen el dinero que compra voluntades y tuerce si conviene el brazo de la ley y lo que haga falta. La corrupción que nos ahoga se ha engendrado en los círculos empresariales y financieros, pues son ellos sus máximos beneficiados: véase el caso de los constructores, principales responsables del milagro económico español, que a la postre ha resultado ser simplemente el más gigantesco fraude de la histórica económica del país.
Parece que el juez del caso PP comenzará pronto a citar a los suministradores de dinero negro para la contabilidad B de los ex tesoreros del partido que todavía gobierna en España. Los nombres de los generosos donantes, los que ya se conocen y los que se irán conociendo, son todos de relumbrón, y forman la crème de la crème de la alta dirección financiero-empresarial del país. En esos enredos y en esas redes, por ejemplo, andan ya procesados por corruptos/corruptores un ex presidente de la CEOE, la patronal de patronales española, Gerardo Díaz Ferran, y los hijos de su antecesor, el ya fallecido José María Cuevas.
Ahí está el meollo de la corrupción. Esa gente, que maneja los millones de euros como si nada, que defraudan y escarnecen a la Hacienda pública ocultando sus desmesurados beneficios hasta el punto de percibir devoluciones por sus declaraciones de renta, que colocan en paraísos fiscales ingentes capitales evadidos luego de arruinar empresas en las que explotan a unos trabajadores cada más más indefensos. Ellos son el origen del cáncer que se ha extendido en metástasis por España y cuyo inicio viene de lejos, obviamente, pues los modos y maneras de lucrarse del capitalismo español proceden de la barra libre que tuvieron durante el franquismo, la etapa histórica más corrupta de la historia de España.
Tenemos la oportunidad histórica de acabar con todo eso. Deberíamos aprovecharla antes de que el país entero se disuelva como un azucarillo, y no me estoy refiriendo a la hipótesis de secesión de alguna comunidad que lo integra sino a la destrucción completa de su tejido económico y social, con las consecuencias terribles e irreversibles que tal circunstancia tendría para las clases trabajadoras y populares, soberanizadas o no.
En la fotografía que ilustra el post, el corrupto presidente del Gobierno español -véase la contabilidad B de Bárcenas- habla en una reunión de la patronal CEOE.