¿Cómo usar el cine para describir a una mujer que piensa? ¿Cómo podemos verla mientras piensa? Por supuesto, éste es el gran desafío cuando se hace una película sobre algún intelectual. Insistí para que Barbara Sukowa encarnara a Hannah porque es la única actriz que sabía que podría mostrar cómo piensa un personaje o el momento en el que está pensando. Y consiguió hacerlo. Para mí estaba claro desde el principio que ella era la elegida. Y tuve que presionar para que obtuviera el rol porque algunos inversores no lograban verla en ese papel. Entonces les dije: Sin ella, no hago este film“.
Tras haberse presentado primero en el 15° BAFICI y meses después en la recientísima edición del Festival de Cine Alemán, Hannah Arendt desembarca el próximo jueves en la cartelera porteña, de la mano de la distribuidora Alfa Films. El anuncio de estreno comercial se convierte en tercera ocasión para (volver a) recomendar la película de Margarethe von Trotta, ahora a partir de un extracto de la interesante entrevista que la directora germana le concedió al periodista Thilo Wydra y que el Goethe Institut tradujo para la versión en inglés de su sitio web.
La alusión al desafío que representa dedicarle una película de ficción a un referente de la intelligentzia contemporánea viene bien para combatir la resistencia de los espectadores temerosos del cine pedagógico, ése que recurre al género biográfico para impartir lecciones de manual escolar. Sin dudas éste no es el caso, básicamente porque la realizadora no pretende enseñar o dar cátedra, sino rescatar una figura y en particular una ponencia (sobre la banalidad del mal) para invitar a discutir sus implicancias, irreductibles al contexto de elaboración (el juicio a Adolf Eichmann en Israel).
“¿Por qué uno hace films como éste?” se autopregunta la cineasta y enseguida contesta en el transcurso de la misma entrevista: “No para perderse en el pasado, sino para encontrarle algo que siga resultando provocador, estimulante, relevante aún hoy”. Luego reformula su respuesta a modo de síntesis: “Quiero traer a esa persona a nuestro presente”.
Veinticuatro años antes de rodar Hannah Arendt, Von Trotta convocó a Sukowa para que encarnara a Rosa Luxemburo en la película homónima. Acaso en aquel 1986 haya sentado las bases para desarrollar su propia teoría sobre la insoslayable continuidad entre pasado y presente no sólo en términos de discusión política sino a la hora de concebir su manera de hacer cine. Quien sabe, tal vez en ese entonces Margarethe también haya amenazado con no filmar Rosa… sin Barbara.