Revista Cine

Sin esperar a godard

Publicado el 18 septiembre 2022 por Jesuscortes

Miguel Marías

Supongo que habrá quien se congratule, pero a mí me entristece que ya no podamos seguir esperando una nueva película de Jean-Luc Godard. Aunque últimamente parecía, en efecto, cansado, algunos no habíamos perdido la esperanza de que tuviese entre manos, ahora que eran más lentos de elaboración, un nuevo film en train de se faire, una nueva work in progress que proponernos como un desafío, un respiro, un paso adelante hacia lo que no hacen los demás y él pudiera pensar que sería interesante probar, a ver qué salía. En ese sentido, fue siempre muy experimental, un buscador infatigable. Una sorpresa continua. Siempre imprevisible, por suerte. Silenciosamente, en él bullía un espíritu de revolución permanente, en eso que él llamó “la continuidad en la ruptura”.

Era, quizá, y ya desde algún tiempo, el último superviviente de la Nouvelle Vague, lo que debió resultarle una carga entristecedora, y sin duda habría acrecentado su sensación de soledad, él que tanto trató de encontrar colaboradores, por lo menos dos o tres personas con los que entenderse para hacer una película.

Sin siquiera pretenderlo, seguía estando a la vanguardia del cine, sobre todo por precaución, dejación o pereza de la mayoría, falta de audacia de los productores y distribuidores (de verdad, ¿cree alguien que hoy, incluso en Francia, alguien hubiera producido a Alain Resnais "L’Année dernière à Marienbad" o a Godard "Pierrot le fou", o que sería fácil estrenar "Vivre sa vie", "Les Carabiniers", "2 ou 3 choses que je sais d’elle", "Weekend" o "Nouvelle Vague"?) y creciente afición a lo rutinario – eso que Godard no fue ni en su periodo “maoísta” – por parte de la crítica acrítica (hoy la mayoritaria) y del público (sobre todo, ese que necesita masticar para ver cine, y prefiere verlo doblado, en tamaño reducido y en casa, y que sea un tipo de cine, a ser posible, bien masticado).

Pero creo que ni siquiera era eso lo importante de Godard. Su tranquila osadía – nunca pretendió ser un revolucionario, ni un radical innovador, ni siquiera un iconoclasta o un líder, fueron otros los que le atribuyeron esos motes o papeles – fue una liberación, una declaración de independencia, un estímulo y un acicate para muchos jóvenes y hasta para alguno de sus mayores, y eso ayudó a que surgieran cineastas hasta en países de escasa industria y nula tradición cinematográfica, y que el cine, aunque siempre ha sido muy variado, se hiciese todavía menos previsible y más sorprendente, más alegre unas veces, y otras más desesperado, más atrevido, más libre.

Él liberó al cine - hasta el de sus detractores – animando a cambiar la manera de hacerlo y de contar las historias con imágenes y sonidos, atreviéndose a alternar largometrajes y cortos, experimentando con el vídeo cuando casi nadie lo hacía. Que algunos de sus pretendidos discípulos o seguidores no acertasen no se le puede imputar a Godard, sino a sus imitadores. Los que no eran copistas tomaban de él ejemplo, y eso animó a muchos a hablar de sí mismos, a contar sus reflexiones, aunque no fueran “historias narrables”, aunque no fuesen ficciones ni se pudiesen encuadrar y etiquetar dentro de un género. Eso hizo al cine más personal y más vasto, más amplio… para espanto de algunos, partidarios del monocultivo, del conformismo y de la uniformidad, y por ello interesados en que sucediese justamente lo contrario.

Tampoco es su – aún no fácilmente calibrable – importancia histórica lo que a mí me importa de Godard. La Historia y el paso de los años lo dirán, pero incluso aquellas de sus películas que el mismo Godard – como es lógico - había ido superando, por no repetirse entre otros motivos, y porque aún seguía vivo y coleando, y por tanto avanzando, siguen estando entre las más emocionantes, reveladoras y estimulantes que he visto y revisado muchas veces en una larga vida de cinéfilo: no sólo "À bout de souffle" (la única que gusta a algunos antigodardianos; hoy un clásico), "Le Petit Soldat", "Une femme est une femme", "Vivre sa vie", "Les Carabiniers", "Le Mépris", "Bande à part", "Alphaville", "Pierrot le fou", "Masculin Féminin", "2 ou 3 choses que je sais d’elle", "La Chinoise", "Weekend", "Le Gai Savoir", "Tout va bien", "Sauve qui peut(la vie)", "Soft and Hard", "Nouvelle Vague", "Hélas pour moi", "JLG/JLG(Autoportrait de décembre)", "Forever Mozart", "Histoire(s) du cinéma", "The Old Place", "Éloge de l’amour", "Notre Musique", "Film Socialisme", "Les trois désastres", "Le Livre d’image"; también otras menos conocidas, más breves o más largas, series televisivas nunca emitidas, o que, simplemente, han circulado menos: "Ici Et Ailleurs", "6 fois 2/Sur et sous la communication", "France Tour Détour Deux Enfants", "Lettre à Freddy Buache à propos d’un court-métrage sur la ville de Lausanne", "Passion", "Prénom Carmen", "Je vous salue, Marie", "Détective", "King Lear", "Puissance de la parole", "Allémagne 90 neuf zéro", "Les Enfants jouent à la Russie", "Adieu au TNS", igualmente interesantes, importantes y – sí – capaces de emocionar, de conmover, de interrogar, de hacer pensar, de divertir; todavía quedan más, para mi gusto tal vez menos logradas, o más fríamente analíticas, o hechas con menos pasión, ocasionalmente más dogmáticas, o más perezosas, o algo menos personales, porque Godard también contó sus cuitas, sus dudas y sus errores, en un raro ejemplo de cine confesional apenas críptico. Ver "Made in U.S.A". deja entrever la crisis de la pareja Godard-Anna Karina, y su período con el Groupe Dziga Vertov, que tanto irrita a unos y distanció a otros, suele ser muy interesante, como un laboratorio compartido en el que seguía experimentando formas de comunicación.

Evidentemente, cada cual puede preferir otras, o ninguna, por supuesto, y por razones diferentes; lo que no parece muy aceptable, y ocurrió más de una vez, es atacarlas sin verlas (como los ignorantes que se manifestaban contra "Je vous salue, Marie" sin verla, con la excusa delirante de que “sería pecado”, o los que no se molestan en tratar de entenderlas, descalificándolas con el pretexto poco serio de que “no se entienden”; cuando otros parece que sí las entienden).

Sólo por la cantidad de películas que hizo, no es un cineasta al que quepa desdeñar a la ligera ni pasar por alto. No era en modo alguno prescindible desde 1960, y apostaría que seguirá siendo objeto de estudio, de emoción, y probablemente de polémica, dentro de cien años, cuando tal vez hasta "Le Livre d’image" parezca un clásico, hasta si el cine hubiese para entonces dejado de existir, como llevamos casi seis décadas oyendo profetizar, incluso por Roberto Rossellini. Del Rossellini de la inmediata postguerra mundial precisamente le viene a Godard el empeño de evitar un guión escrito y detallado que “ejecutar”, y de hacer películas no “improvisadas”, sino pensadas y escritas con la cámara, los escenarios y los actores, hechas directamente con los medios propios del cine, con planos y tiempo y ritmo y luz y movimiento, a lo sumo con unos pocos apuntes y esquemas en un cuaderno o unas hojas sueltas. De ningún director hemos conocido tan a fondo su caligrafía, su letra manuscrita, su afición a los rótulos, la mecanoescritura, o los juegos de palabras y de letras.

Las de Godard son siempre películas-prototipo, provocativas, intrigantes para cualquiera con gusto por el cine y curiosidad, de las que hacen pensar. Diría que son como “despertadores”, que sacan a los espectadores de la modorra inducida en la que fácilmente podrían caer si no viesen, siquiera una vez al mes, algo distinto, con otra mirada, con otra forma de pensar y de encadenar un plano con otro, una secuencia con otra, y no siempre siguiendo el mismo orden convencional al que estamos habituados.

Godard fue casi siempre un cineasta que se hacía preguntas y se las lanzaba, como una pelota de tenis (era un gran admirador de Federer) a los espectadores, con la esperanza de que alguno la cogiera al vuelo, y empezase a encadenar una de esas asociaciones de ideas, imágenes, palabras, músicas y sonidos que le permitían saltar alegremente de una cosa a otra, mostrar las relaciones, no evidentes para todos, entre ciertas ideas y ciertos actos, como entre unas películas y otras en "Histoire(s) du cinéma", y más breve y llanamente si cabe en "Moments choisis des histoire(s) du cinéma".

Ningún otro cineasta se expresó tan directamente a través de sus películas, ninguno trató tanto como él de explicar(se), antes y después de hacerlas, lo que querría hacer, lo que creía o esperaba haber logrado. Pienso, por ello, que conocer su filmografía puede ser útil hasta para los que no desean emularle, los que piensan de otro modo, o tienen otra idea del cine. Y necesario para obtener su retrato más fidedigno y rico, mucho mejor que leyendo biografías acerca de él o atendiendo a cotilleos, murmuraciones, rumores. Sí conviene leer “Une année studieuse(roman)”(2012) de Anne Wiazemsky, mejor que “Un an après(roman)”(2015), y desde luego, rehuír la repugnante película "Le Redoutable" (2017) de Michel Hazanavicius. Del verdadero Godard conviene leer también sus críticas, y durante mucho tiempo sus entrevistas estuvieron llenas de ideas sugerentes.

Es, por otro lado, un cineasta no sólo difícil, sino peligroso de imitar, porque fue siempre totalmente personal, hasta cuando rodaba un plano “a la manera de” Nicholas Ray, Samuel Fuller, Fritz Lang, Rossellini, Griffith, Chaplin, Iuliia Solntseva, Vigo, Murnau o Mizoguchi, o cuando metía en los diálogos de "À bout de souffle" fragmentos de lo que había escrito meses antes en sus críticas de "A Time To Love and A Time To Die" de Douglas Sirk o de "Bitter Victory" de Ray. Y creo que algún día se le reconocerá como uno de los grandes montadores de toda la historia del cine, junto a los pocos (soviéticos en general) que hoy ocupan ese panteón particular. Y también como uno de los pocos que de verdad han sabido usar el sonido y la música.

Tiene fama de antipático, como tantos otros cineastas, pero yo lo encontré encantador, muy simpático y divertido, y muy cinéfilo - casi se queda a ver una vez más "Johnny Guitar" -. Descansa, sospecho que inquieto, imaginando nuevas imágenes.


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