Revista Religión

Sin miedo al rechazo

Por Frabreum @FRABREUM

Sin miedo al rechazoHay un miedoque casi todos compartimos: el miedo al rechazo, sobre todo cuando viene de lapersona que amamos, ya que las heridas son muy dolorosas. Y cuando digo heridasno sólo es en sentido figurado. Investigadores de la UCLA han descubierto queel rechazo detona en el cerebro el mismo tipo de respuestas que el dolorfísico. Una de las explicaciones a esta reacción puede encontrarse en nuestranaturaleza más básica. Es quizás una combinación entre el instinto gregario yel deseo de fusionarnos con el origen. Queremos sentirnos parte de algo, dealguien, y necesitamos ser aceptados porque de otra forma las posibilidades desupervivencia se reducen.
Sentirse excluido es ungolpe del que no es fácil reponerse, sin embargo las reacciones son muydistintas. Hay quienes lo toman con sentido del humor y siguen adelantepensando: "ellos se lo pierden". Otros lo toman demasiado personal;heridos en el orgullo tienen sentimientos de venganza o invocan al destino paraque les haga justicia. Quienes lo tienen más complicado son las personashipersensibles porque su "termómetro social" no funciona como el delresto de la gente, lo que para otros es un sutil indicador, para ellos es unaclara señal de rechazo. Digamos que lo viven por anticipado. Para evitarlo, seesfuerzan tanto en complacer a los demás que terminan generando antipatía osospecha. La repetición inconsciente de este comportamiento hace que la personase convenza de que tiene "algo" que resulta desagradable a los demás.Y termina por aislarse para evitar el rechazo.
Dicen los psicólogos queesta mala lectura de las señales habla de una herida profunda que viene de lainfancia: maestros muy estrictos, padres negligentes o ausentes, traumas deseparación, la llegada de los hermanos... Si bien en otra época estas heridasse sanaban a partir de la convivencia y la fuerza de una sólida red de afecto,en estos tiempos la situación ha cambiado.
Hace menos de 150 años, unocrecía con las mismas personas y moría en el mismo terruño,probablemente entre las mismas cuatro paredes donde había nacido. Lapertenencia a un grupo era fundamental para sobrevivir, por lo tanto existíancódigos y dinámicas sociales que reintegraban a aquel que se sentía rechazado.Hoy no es así. La idea de vivir lejos de la casa familiar (ya no digamos enotro país) es una posibilidad real. Basta con mirar los criterios deconstrucción de los nuevos departamentos: minúsculas habitaciones, no más dedos, los espacios de convivencia  reducidos a 5 metros cuadrados...
Y más allá: el rechazo enla era del clic parece ser un acto tan masivo como los correos y lassolicitudes que recibimos, de ahí que la selección afectiva en redes socialestambién se vuelva un mero acto administrativo. Las relaciones virtuales, lejosde hacernos menos vulnerables al rechazo, provocan una contradicción, ya quenuestro referente afectivo sigue siendo real, corpóreo y presencial.
Si crecemosdesacostumbrados al contacto y la pertenencia, ¿qué posibilidades tenemos deafrontar la vida como sociedad? Y a nivel individuo, ¿cómo haremos parasuperar  un rechazo si cada vez tenemos menos herramientas deconvivencia? De ahí al famoso bullying —fenómeno social delque se habla mucho últimamente— no hay más que un resbalón. Los chicos tímidosse ven rechazados y anulados con agresiones que dejan heridas emocionalesprofundas, a veces irreversibles. Hoy se sabe que estos niños llevarán, comouna cicatriz, una tendencia a la depresión y el aislamiento. Por eso es muyimportante actuar a tiempo y por varios flancos. El primero, que padres einstituciones tomen consciencia de la gravedad del asunto. Y el más importante:hacerse presentes, participar junto con los niños en actividades colectivas queles proporcionen seguridad, que aumenten su autoestima y les den herramientaspara hacer frente a situaciones hostiles en el futuro.
Superar el temor

La herida del rechazo no esnecesariamente una tragedia, por el contrario, para alguien consciente de susemociones, es un termómetro que indica cuándo hay que hacer un ajuste en laforma de relacionarse. Aquí hay algunas estrategias para empezar.
1. Antes de sentir que elrechazo es un destino, hay que evaluar la situación. El quenos traten con frialdad al llegar a un grupo puede ser solamente una primerareacción de prudencia o falta de confianza ante lo nuevo. Tal vez sólo esdistracción o indiferencia. No juzguemos por adelantado, pero tampoco esperemosque haya una alfombra roja esperándonos.
2. No hay que esperar quelos demás se abran para poder interactuar. Es necesrio abandonar la actitudpasiva y dejar de darle una importancia desmedida a la opinón de losotros, porque eso nos coloca en el rol de víctimas —de los demás y delas circunstancias—. Es fundamental aprender a darse valor a sí mismo,involucrarse en actividades colectivas, hablar y escuchar con atención paraevitar malos entendidos que nos devuelvan al círculo vicioso del rechazo.Ponerse en relación con los demás requiere invertir energía y tomar lainiciativa. Aprender a confiar en lo que uno lleva dentro y no depender de laaprobación de los demás es un trabajo largo y profundo, pero vale la pena.
3. Una relación amorosapuede detonar el miedo al rechazo incluso en una persona con buena autoestima.¿Qué hacer en ese caso? Sin duda, hay que reafirmar al otro pero no a partir dela complacencia o la dependencia. Es fundamental motivar a quien sufre para queencuentre en sí mismo la aprobación que busca en los demás.
4. La acción vence almiedo. El temor a integrarse a un nuevo grupo de personas puede superarse pocoa poco. Hay quienes recomiendan prepararse con algunas preguntas(¿a qué te dedicas, dónde vives, cómo elegiste tu carrera, tienes una relación,saliste de vacaciones...?) e ir dispuesto a conversar de igual a igual,sin hacerse expectativas, como si se tratara de unentrenamiento. Sobre todo al inicio no hay que tomárselo personal, sise da una conexión interesante, ésta fluirá sin que uno tenga que hacerdemasiado esfuerzo.
PorLuza Alvarado

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