Revista Arte
Evitábamos romper el silencio durante el viaje. Sólo nos mirábamos, aunque lo hacíamos con miedo y desconfianza. Un día me sonreíste, y yo te devolví la sonrisa entre inocentes deseos de decirte aquello que pensaba. Me resultaba extraño no poder preguntarte tu nombre y adivinar lo que se escondía detrás de tu mirada. Al final lo hice en un vaivén del tren de cercanías, pero tú no supiste contestarme. Lo intenté de nuevo, y tu respuesta inundó mis oídos de sonidos ininteligibles. Qué estúpido fui, nunca imaginé que nos separase el infinito mundo de las palabras.Microrrelato de Ángel Silvelo Gabriel