Puesto porJCP on Apr 17, 2013 in Autores
La impotencia de la política ante la autonomía del poder económico nos hace creer que el dominio de las transnacionales se debe a la imposibilidad de controlar lo que está fuera del ámbito legal del Estado. Aquí se basa la idea de que un Estado multinacional podría responder al poder de las transnacionales.
Pero si la impotencia del Estado derivase de sus límites territoriales, la única respuesta a un mercado sin fronteras sería un solo Estado mundial. La cuestión, como se verá, es otra. El dominio del mercado por las empresas multinacionales les permite tomar decisiones universales sin tener que asumir, en caso de fracaso, las consecuencias locales. Ese triste menester está reservado a la política de los Estados nacionales. Una nueva pauta cultural, surgida de la última fase de la guerra fría, está distribuyendo las funciones de los tres poderes sociales con un exclusivo criterio de eficiencia. El poder económico retiene la iniciativa de sus decisiones y administra el éxito social de sus proyectos. El poder político retiene la iniciativa represiva y recaudatoria, y gestiona las consecuencias antisociales o anti-ecológicas de la iniciativa privada, administrando el sufrimiento social en el proceso económico. Y el poder cultural reproduce y legitima esa pauta de realismo de las oligarquías(todo ello aderezado con touche de adormidera religiosa). Ya no se trata de que el poder político esté o no a las órdenes de los grandes grupos económicos. Eso era antes compatible con la autonomía de la política y con la soberanía del Estado. Pero la política monetarista ha creado un nuevo tipo de supremacía del mercado. El poder económico no tiene necesidad de actuar como lo hacía bajo el Estado liberal, inspirando o influyendo a gobiernos autónomos. Ahora ha retirado de la política y del Estado el poder de decisión sobre el proyecto social. El presidente del Gobierno dice que no hace la política que le gustaría. Pero tal confesión de impotencia significa que la tarea del gobierno, en el Estado de partidos, se circunscribe a la gestión de las consecuencias negativas de decisiones tomadas en otro sitio. El poder político se define hoy por su impotencia para decidir lo principal y, en el caso del gobierno español, por su servilismo para resolver lo secundario.
AGT