Revista Diario

Sin retorno

Por Chak

Sin retornoDejé de tomar las medicinas por un par de semanas y fue lo peor que pude hacer. Por momento creí que no había un punto de retorno. No es como cuando borras una parte del sistema operativo de la computadora y se guarda una parte justo antes de eliminar todo, por si a caso algo sale mal.
Dejé las pastillas por dos razones. La primera porque de nuevo creí que podía estar bien sin ellas. Estaba de nuevo en un pequeño bache de depresión del que parecía poco probable salir, pero sobre todo era un bache pequeño, de esos que parecen leves y sin mayor importancia. La segunda razón por la que dejé el tratamiento fue porque se me acabaron las pastillas y no encontraba el tiempo para ir a la farmacia.
A estas dos variables se sumó una más que nunca consideré que se presentaría y que se convirtió en la más importante. Una llamada de una vieja conocida se presentó para cambiarme la vida y la rutina. Me ofrecía un trabajo extra. El momento, me pareció entonces, no era mejor. Justo en esos días necesitaba de una entrada extra de dinero, y como por orden de mis deseos, se presentaba esta oportunidad. Casi sin pensarlo, dije que sí. Dije que sí a ciegas, a una encomienda totalmente desconocida y de la cual, más adelante me arrepentiría.
El proyecto, tal como ella me lo planteó por teléfono era sencillo. Esa noche me fui a dormir tranquilo y contento, con la idea de que tendría un dinero extra por un trabajo que me costaría tanto hacerlo. Sin embargo, la tarde del día siguiente me enteraría de boca de una tercera persona que el proyecto era no sólo mucho más grande, sino casi inmenso.
Lo que pensé que podría hacer en un fin de semana se transformó en dos semanas no sólo de dormir cuatro horas diarias sino de un constante ir y venir de correos electrónicos pidiendo material, exigiendo justificaciones, blandiendo explicaciones, llamadas telefónicas a altas horas de la noche y lo peor: una sensación de opresión y angustia que hacía mucho tiempo no sentía.
No sé qué fue lo peor: si la falta de las medicinas o la presión que me hice con el trabajo que había aceptado.
A toro pasado puedo darme cuenta de que no era para tanto... Claro eso digo ahora que estoy tranquilamente sentado frente a la computadora haciendo lo que más me gusta hacer: escribir sobre mi... Pero en esos días, cuando me levantaba, cuando abría mi correo electrónico, cuando sonaba mi teléfono celular no podía pensar en otra cosa que en desaparecer de la superficie terrestre.
Un día salí de la oficina para comer, y de nuevo tuve ese impulso que a veces parece irreprimible de seguir caminando y no mirar hacia atrás. Dejarlo todo por de una vez por todas y que el resto del mundo siga girando sin ti. Llamé a mi esposa y le conté, más o menos el sentimiento de opresión y angustia que me sobrecogía. Fiel a su poca paciencia cuando paso por crisis nerviosa, se puso a regañarme, se enojó y me dijo que no hiciera "panchos". Casi me ordenó entrar al primer local que viera y sentarme a comer. Fue lo que hice y me funcionó. Ya con el estómago lleno la vida se siempre de otra forma.
Regresé al trabajo con un poco menos de angustia, con un poco menos de ese sentimiento de persecución que en los últimos días me había hecho la vida tan miserable.
Insisto, sé que no era para tanto. Aunque el trabajo era agotador y demandante, aunque mi jefa llegó a portarse como una verdadera idiota, haciéndome sentir que todo lo que estaba haciendo estaba mal, aunque sentía que en todo momento me estabann acosando, creo que mi estado de ánimo no hubiera decaído tanto de no haber suspendido al mismo tiempo la medicación sin supervisión médica.
El resultado fueron las peores dos semanas que recuerdo en mucho tiempo. Con delirio de persecución, ataques de pánico, angustia crónica, trabajo obsesivo y una dejadez tanto de mi vida personal como marital como pocas veces la he sufrido.
Pasé dos fines de semana de auténtico infierno trabajando en algo que no me satisfacía de ninguna manera, excepto con la promesa del dinero que voy a recibir y que me llegará como un baño refrescante y tonificante.
A pesar de todo lo que pensé durante estas dos semanas (que no servía para nada, que mi vida había llegado a su fin, que ya no tenía nada que ofrecer a nadie sobre este planeta, que todo lo que he aprendido no sirve de nada en este mundo...) hace un par de días las mismas persona me volvieron a contactar para seguir trabajando con ellas. La verdad es que la propuesta me llenó el tanque de la autoconfianza que tanto necesito. De nuevo me sentí valorado y por alguna razón creí que todo lo anterior había sido un mal sueño.
Les dije que no. Me sentí liberado. El resto de mi día libre lo pasé de lo mejor: haciendo la limpieza de la casa, yendo al mercado por las cosas que hacían falta para la comida, escribiendo estas líneas. Ya sin la presión de recibir más correos que me metieran presión, sin llamadas pidiéndome material... Descansando como requería hacerlo después de dos semanas de trabajo continuo.
Mi esposa, creo que está un poco desilusionada por la decisión que tomé de no seguir trabajando con ellos. Sabe que quiero cambiar mi actual trabajo, pero la verdad es que tampoco quiero salir de un lugar malo para entrar a otro peor, con muchas menos garantías y más posibilidades de desestabilizarme emocionalmente.
Ni modo, ya habrá otras oportunidades de cambiar de empleo. Espero que una de ellas sea escribiendo y sólo eso...

Volver a la Portada de Logo Paperblog

Revistas