Revista Cultura y Ocio

Sin título, por algo personal.

Por Tayi Tayi Fonseca @TayiFonseca

A mis 20 años puede que haya tomado una de las decisiones más difíciles.

Con casi 23 años de experiencia mi madre me recalca que las personas nunca cambian. Y lo se, lo he visto; no cambian ellos sino su actitud. Todos los días tomamos decisiones que pueden alterar el rumbo eterno de lo que algunos llaman felicidad, yo en cambio le llamo "trazar dibujos", ¿pero alguna vez se han detenido a pensar que cuesta esa felicidad? Yo digo que es mera tranquilidad espiritual, para otros pues es simplemente "living vida loca" o YOLO (usted solo vive una vez, para los que están fuera de este mundo digital y hipster). Y hay quienes también están en esta vida pues por cosas de paso y porque el destino estaba pasado de tragos y ahí los acomodó, en tu jodida vida. Y no me refiero a aventuras de una noche, ya ese sería otro cuento.

Para quienes me conocen saben que el expresionismo no es lo mío, el contar que diantres pasa por mi cabeza y como son los síntomas de mis sentimientos, es una de esas cosas que se pueden tornar difícil de entender. Nunca nos tomamos el café, recuerdo que muchas de nuestras conversaciones eran sobre mi futuro, que iba hacer, que quería de mi, que iba a estudiar, tener un carro, hijos y al rato hasta esposo. Y es que hasta ahora me cae la peseta que debe ser de ahí que odio planear mi vida.

Encontré un hogar a las 8 años de edad, y a los 10 ya teníamos una familia. Odio el término "familia neutral" porque esa carajada no existe, las familias son familias con problemas, locas, gays, chismosos, gordos, feos, el divorciado, la puta, el bueno para nada y la abuela amarga.

Me exigí de mi lo mejor. Aunque nunca escuche un "me siento orgulloso". Aprendí que al orgullo se le puede dar vuelta y durante 17 años de mi vida defendí lo indefendible; aunque muchas veces sin que mi mamá se diera cuenta yo decía muy en el fondo: -"Tayi, la cagaste."

A mis 19 años no hubo remedio, porque no me sentía tan Tayi ni tan suficientemente Stephannie. Y es cuando a los 20 lo cambie por "carajo, la cobija no da pa' tanto aguante" y me aleje.

No me quejo, y puede que la decisión me pese con los años.

La frase "Eres mi hija..." la he buscado incontables veces en el supermercado, donde paso a preguntar como se aplica ese producto. Los hijos no viven de orgullo, ni de esperanzas, ni de abrazos. Ni yo se de que viven los hijos; puede que en este momento pregunte cual es mi color favorito y exista un silencio gigantesco en el espacio.

Aprendí que la felicidad no se compra con llamadas esporádicas, ni mensajes cuenta falsas, tampoco mes a mes por una responsabilidad monetaria, la felicidad no se llama negar lo que ha de llegar primero que el puro placer, tampoco lo es esconder la cabeza como avestruz cuando de malos momentos se trata, la felicidad no es dejar la responsabilidad que llego a tu vida sobre las manos de un desconocido.

La felicidad para mi como hija emprendió vuelo el 31 de diciembre a mis 20 años. Cuando perdonas, olvidas, dejas y abandonas. Y entonces aprendí que cuando decían "si lo amas, déjalo ir" funciona, y es que cuando lo dejas ir, la tranquilidad y la paz espiritual es tanta que ya ni te acuerdas como era pelear por un "nunca estas".

Por el café que nunca nos tomamos, y el feliz cumpleaños que nunca pudimos celebrar.


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