Hoy se va a votar por la puerta de atrás en ese simulacro de parlamento la “ley más importante de la última década”. Un petardo de ley que se inventó el trilero de presidente en un debate del estado de la nación, que se ha demostrado que era para que nos entretuviéramos mirando al dedo que señalaba la luna. Todas las leyes que están cambiando de arriba a abajo las estructuras de este país las está adoptando por Decreto-Ley y al margen de la famosa Ley de Economía sostenible.
Pero dentro de esta ley se aprueba la disposición final segunda. La llamada ley Sinde. Una ley que ha sido planificada fuera de nuestras fronteras, que ha contado como negociador excepcional al embajador de los EEUU, como han demostrado los famosos cables de wikileaks.
Ya no estamos sólo ante una ley que cercena derechos, que sortea los jueces, que criminaliza lo que no es delito… sino que además supone una intromisión intolerable y una cesión de la soberanía nacional sin disimulos.
Para el próximo Consejo de Ministros yo invitaría, como miembro de pleno derecho, al Sr. Embajador de los EEUU. Es a él al que se le rinden cuentas, en vez de a los votantes.
Y lo haría sin rubor. Sin vergüenza. Sin disimulos. Total, ya sabemos que este gobierno no manda una mierda, salvo para decretar estados de alarma preventivos y patéticos.
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