Revista Viajes

Singa Pura, la ciudad del león

Por Mteresatrilla

El nombre de Singapur proviene de "Singa Pura" o ciudad del león, denominación que surgió durante el siglo XI y que proviene de la leyenda que cuenta como un príncipe que visitaba la zona vio un animal al que confundió con un león.Singapur es uno de esos destinos que gusta a casi todo el mundo. Por diversas razones y mire como se mire es una ciudad–estado atípica dentro del caos existente en otros países del Sudeste Asiático. Tanto es así, que en algunos momentos tenía la sensación de estar paseando por un parque temático. Ni en Little India, ni en Chinatown ni en Kampong Glam (barrio musulmán) me cuadraban la extrema limpieza, el orden o las correctas señalizaciones.

 

Singa Pura, la ciudad del león

Aunque pueda parecer lo contrario, Singapur no es un montaje para turistas, pero la mayoría de visitantes se sienten a gusto. Algunos lo escogen como un destino exótico pero seguro, sin tener que asumir riesgos de ningún tipo; disfrutan de sus lujosos hoteles, de su rica gastronomía o de sus bien surtidas tiendas. Otros, lo utilizan como un paréntesis o un pequeño respiro antes o después de un viaje por otros países del Sudeste Asiático.


Singa Pura, la ciudad del león

Singapur es un país de inmigrantes, especialmente chinos, indios y malayos que han sabido adaptarse a las estrictas normas de civismo impuestas por el gobierno, sin perder la esencia de su país de origen. Y todo eso, compartiendo en perfecta armonía un reducido espacio de tierra donde los rascacielos se llevan gran parte del protagonismo.El skyline de Singapur me decepcionó un poco, quizás porqué algunos meses antes habíamos estado en Hong Kong, una ciudad impresionante y hasta el momento, la que ocupa el número uno en mi lista particular de skylines, por delante de Nueva York, Tokio o Kuala Lumpur. Dicho esto, no hay que desmerecer en absoluto a Singapur, porqué su encanto es indiscutible.


Singa Pura, la ciudad del león

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Después de pasar casi tres semanas en Borneo nos apetecía acabar el viaje en Singapur, en una primera toma de contacto con la ciudad del león. La visita turística de la ciudad resulta agradable y cómoda. Los puntos de mayor interés están bastante cerca unos de otros y se pueden recorrer fácilmente andando. Si hay que coger un medio de transporte, indiscutiblemente el metro es el mejor, rápido, económico e impecablemente limpio … como toda la ciudad. Y esto se ha conseguido a base de multar al personal, por algo se la conoce como “The fine city” o la ciudad de las multas. Sus casi cinco millones de habitantes están embutidos en menos de 700 kilómetros cuadrados y a pesar de esa elevada densidad de población, el orden y la limpieza no es tan sólo un mito. Algunas de las normas tienen una cierta razón de ser pero otras son un tanto absurdas. Infringir algunas normas como la prohibición de mascar chicle, de obstruir el paso, de tirar papeles a la calle, de comer y beber en el metro, de cruzar la calle fuera de los pasos cebra y por supuestísimo de fumar … entre otras, es motivo de multa. Algunas otras prohibiciones van más allá, ya que la homosexualidad se paga con 10 años de cárcel y el tráfico de drogas es penado con la muerte.Esta serie de prohibiciones llaman la atención a los visitantes pero los singapurenses le han sabido encontrar la parte positiva inventándose una buena colección de souvenirs (camisetas, postales, bolis, imanes…) con la señal de prohibición y el importe de la multa. De todas formas he de decir que algún papel en el suelo sí que vimos (¿sería obra de algún turista despistado?) y que algunas de las prohibiciones más absurdas como la de mascar chicle me da la sensación que ya son cosa del pasado.


Singa Pura, la ciudad del león

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Así pues, dedicamos tres días a conocer sus barrios más emblemáticos y a disfrutar del buen ambiente.
Río Singapur y Quays:La primera impresión de la ciudad fue muy buena. Se presenta como una ciudad elegante, con edificios coloniales magníficos y bien cuidados, jardines impecables, bonitas esculturas que recuerdan el origen comercial del puerto de Singapur. En definitiva, una ciudad limpia moderna y con mucho ambiente.Aquí, el río Singapur llega a la bahía conocida como Marina Bay. Unos altivos rascacielos quieren competir con los blancos edificios coloniales que nos transportan a otra época, cuando Singapur formaba parte de la Corona Británica.


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Uno de estos edificios es el elegante hotel Fullerton, situado en el antiguo edificio de correos y rehabilitado para tal uso. Cuando oscurece y miles de luces van apareciendo como por arte de magia, el escenario cambia por completo.

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Desde Merlion Park hay unas vistas sorprendentes del Parque de la Esplanade, los modernos rascacielos de Marina Bay y la noria gigante. Aquí se encuentra la famosa fuente (y por cierto, bastante fea) con la estatua símbolo de la ciudad: el león con cuerpo de pez. En Boat Quay se concentran muchos pubs y locales de copas al principio, siguiendo con los restaurantes de pescado y marisco uno al lado de otro. Caminar por aquí a la hora de la cena se convierte en una carrera de obstáculos y cada establecimiento tiene algún “pescador” que intenta convencer a la posible clientela. Los precios no son bajos pero la tentación nos vence y el lugar nos convence y en nuestra primera noche en Singapur cenamos con vistas al río.


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Little India y Kampong Glam:

Moverse por los distintos barrios étnicos de Singapur es como leer una introducción completa sobre el continente asiático.Serangoon Rd es la arteria principal de Little India. Ésta era una zona donde se habían criado búfalos (de aquí el nombre de Buffalo Rd) y donde también se hallaban los correspondientes mataderos. El barrio fue creciendo y actualmente es como una pequeña porción de la India traída hasta aquí: los colores de los sharis, el olor a incienso y especias, la música Bollywood que suena en el interior de los comercios, los pequeños puestos de collares de flores, los templos, los carteles publicitarios, las fachadas de colores de las shophouses … Prácticamente cada casa tiene el negocio en la planta baja, ya sea una tienda, un taller, una sastrería … y en la planta superior viven los propietarios.

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Son muchos los aspectos que recuerdan a la India, pero la pulcritud de sus calles y de cada uno de sus rincones, la ausencia de caos circulatorio, de vacas en medio de la calle y de montañas de basura, marcan las mayores diferencias con el país de origen. Visitamos dos de los templos hindúes más importantes de la ciudad, cuyos impronunciables nombres son imposibles de aprender: El Sri Veeramakaliamman que está dedicado a Kali, consorte de Siva el destructor y el Sri Srinivasa Perumal, dedicado a Visnú. La actividad que se desarrolla en los templos hindúes siempre me ha fascinado y especialmente a primeras horas de la mañana es un hormigueo de gente que viene y va. Los fieles llevan sus ofrendas de fruta y leche que de los tetrabrick pasa a unos grandes recipientes para tal uso. Los sacerdotes, a cambio, reparten benedicciones  y ungen a los que se acercan a venerar a sus dioses, ya sea la misma diosa Kali, Ganesh – el dios elefante hijo de Kali y Siva – o cualquier otro, porque los hay para todos los gustos.


Singa Pura, la ciudad del león

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El ajetreo de estos dos templos contrasta con la quietud que se respira en el templo budista de Sakaya Muni Buddha o templo de las Mil Luces, en el cual se encuentra un gran buda de 15 metros y 300 toneladas cuya plácida sonrisa contagia más aun esta sensación de paz o en el templo taoista de Leong San See, justo enfrente del anterior.

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Chinatown:
Cualquier persona que viaje a Singapur tampoco debería pasar por alto Chinatown. Salimos del metro por la pintoresca calle Pagoda St. Los fanalillos rojos y la predominancia de ese color nos indican que estamos en pleno barrio chino, sin embargo, las fachadas de las casas siguen la misma tónica del resto de barrios y al igual que en Little India o Kampong Glam, están pintadas con diferentes colores. Muchas tiendas de recuerdos, ropa a buen precio, lacas chinas y muchos puestos de comida. Curiosamente, el Templo hindú más antiguo de la ciudad, el Templo de Sri Mariamman, construido en 1823, se levanta en pleno barrio chino. La gopuram es espléndida y las imágenes de Brahma, Visnú y Siva comparten protagonismo con las esculturas de las vacas sagradas que cubren el muro que cierra el recinto. El templo ha sido restaurado recientemente y los colores lucen especialmente vivos e intensos. Aunque hay algunos devotos, no se respira el ajetreo de los templos visitados en Little India, lugar donde vive la mayoría de población que profesa la religión hinduista.


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En un pequeño jardín, un grupo de esculturas explican el origen del barrio. Aunque cueste imaginar, la calle Telok Ayer St años atrás daba al río y hasta aquí llegaron en barco los primeros inmigrantes chinos que como agradecimiento hicieron construir el Templo de Thian Hock Keng o de la Felicidad Celestial, dedicado a la diosa del mar Ma Cho Po. Un gran número de dragones decoran el techo, simbolizando los principios del yin y del yang. Los chinos parece que son menos devotos que los hindúes ya que el único personal que se pasea por el interesante templo son los turistas.
Continuamos nuestra andadura por las callejuelas Club street, Temple Street y Pagoda Street que a esta hora del mediodía están llenas de gente en busca de restaurante para comer.


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Nuestro último cartucho antes de partir hacia el aeropuerto, lo gastamos en Orchad Road. Esta glamorosa calle se ha comparado con los Campos Elíseos de París, la quinta Avenida de Manhattan u Oxford Street en Londres, pero a mi me parece que incluso las supera. Centros comerciales de moderno diseño y escaparates que compiten en elegancia, en Orchad Rd se marca la pauta de la moda y se vive el dinamismo de esta cosmopolita ciudad.

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