Cuando nos quedaban semanas para abandonar China, empezamos a pensar a qué lugar debíamos partir… Pensamos en Corea del Sur, África, Irán, Grecia, Marruecos, pero lamentablemente para muchos de esos destinos ya era muy tarde porque no conseguiríamos las visas a tiempo.
Resulta que yo había visto esa película “Comer, Rezar y Amar”, y como todas las mujeres que conozco y que la vieron quedé rayada con Bali jiji, y bueno yo ya conocía Italia, había estado en India meditando jeje, así que le dije a mi compañero vamonos a Bali a una partecita muy linda que se llama Ubud, te aseguro que te va a encantar.
En el próximo capítulo de este blog les contaré que fue lo que pasó en Bali que nos hizo salir corriendo, pero lo bueno era que ya había convencido a mi compañero por lo barato que era, 5 dólares el alojamiento con un exquisito desayuno de panqueques de banana incluido, imaginense, con lo avaro que era este personaje picó inmediatamente.
Como ya era seguro que íbamos dijimos bueno, en el camino está Malasia y Singapur, podríamos tomar un vuelo a Singapur quedarnos unos días allí, y luego cruzar a Kuala Lumpur, que en tren es un viaje de 6 a 7 horas, y desde allí tomar nuestro vuelo a Bali donde estaríamos un mes o algo así.
La primera impresión de Singapur fue exactamente lo que me habían dicho, una ciudad moderna, mucho más cara que el resto del Sudeste Asiático, con mucho comercio y variedad gastronómica, increíblemente limpia y ordenada, un poquiiito parecida a Hong Kong.
Me empecé a preguntar dónde estaban los singapurenses, porque era muy extraño, me topaba con gente de China o India, pero no reconocía a la gente nativa de Singapur, qué sé yo, cuando uno llega a un país se da cuenta, es algo obvio, si llegas a Japón está lleno de japoneses, en India de indios, y así… pero en Singapur estaba lleno de chinos, indios, malayos y turistas.
Un día mientras almorzaba mi amado congee (sopa de arroz típica de Asia tipo porridge), y trataba de buscarle un orden en mi mente a todo ese revoltijo de nacionalidades, un abuelito de 85 años que había llegado desde China hace más de dos décadas se sentó en nuestra mesa y nos explicó que lo que pasaba con Singapur era que más del 50 por ciento de la población era inmigrante como él, y que la cultura era una mezcla de India, Reino Unido, Malasia, China, Tailandia y algunos países árabes también.
Una vez leí un reportaje donde se llamaba a Singapur como “Asia para Principiantes”, y claro que lo es, pero en su versión Monopoly eso sí, donde las leyes se cumplen y nadie te va a timar, donde todo es correcto y limpio, donde no se pueden comer durians (fruta asiática) porque son muy fetidos, y donde los idiomas oficiales son cuatro: inglés, chino mandarín, malayo y tamil, o sea para que más variedad.
Mucho más que una moderna ciudad, me dio la impresión de que Singapur posee un pedacito de gran parte de los países de Asia, pero eso no significa que no tenga personalidad como muchos creen, la diversidad es su principal característica, su esencia.
Una de las cosas que más me gustó de este país ciudad, es la cantidad de cosas gratis que hay para hacer. Recuerdo que me paseé gratis por galerias de arte, escuché un concierto al aire libre, y vi el precioso show de luces y música en Marina Bay. También hay una playa llamada Sentosa, que por lo menos para mi que venía llegando del frío de China fue como estar en el caribe.
Para hojear que visitar y donde ir, recomiendo visitar este sitio. Navegando por la web me topé con este blog en inglés que recomienda 50 cosas para hacer gratis en Singapur, y aunque algunas claro son ridículamente obvias, tiene otras muy interesantes como por ejemplo la de ver películas gratis bajo las estrellas, el mercado gratuíto donde puedes llegar y tomar lo que necesites sin pagar, y los conciertos gratis en la Esplanade, al que yo fui y lo súper recomiendo.
Tags: asia, Asia para principiantes, cosas gratis en Singapur, Esplanade, Marina Bay, Singapur, sudeste asiatico